Dicho esto, dio un grito con voz muy fuerte: <<¡Lázaro, ven fuera!>>.
El sepulcro en que habían colocado a Lázaro, según la costumbre y la mentalidad judía, no era su lugar propio. Han sido ellos lo que lo han colocado allí (11,34: ¿Dónde lo habéis puesto?). Es el sepulcro del pasado (11,38b). El creyente no está destinado a él, porque, aunque muera, sigue viviendo (11,25; 19,41 Lect.).
Por eso, con su orden, Jesús muestra a Lázaro vivo en la muerte. Su grito brota de su acción de gracias (Dicho esto, dio un grito). Los destinatarios de su acción son los circunstantes (11,42: para que lleguen a creer que tú me has enviado): han de convencerse de que la muerte física no ha interrumpido la vida del discípulo.
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