domingo, 15 de enero de 2023

Jn 11,51-52

Esto no lo dijo por cuenta propia; siendo sumo sacerdote el año aquel profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios dispersos.

La institución del sumo sacerdocio creaba un intermediario entre Dios y el pueblo. Dios le da ahora su último mensaje, que anuncia la verdad de Dios y al mismo tiempo denuncia la traición de los dirigentes. La profecía de Caifás resume la historia de la infidelidad de Israel. Anuncia ciegamente el designio de Dios, sin comprenderlo.

Con esto se cierra la historia de la institución judía. Queda sellado el rechazo: los suyos no lo acogieron (1,11), por boca del máximo representante del pueblo. Quieren derramar sangre inocente (Jr 7,5-7: <<Si juzgáis rectamente los pleitos ... si no derramáis sangre inocente en este lugar ... entonces habitaré con vosotros en este lugar>>). Usan la injusticia para defender la nación y el templo (nuestro lugar). Ellos mismos provocan su destrucción.

Explica Jn en qué sentido las palabras de Caifás son profecía. <<El pueblo>> que será objeto de la nueva alianza de Dios con la humanidad no se limitará a Israel, <<la nación>>, sino que abarcará hombres de otras razas y pueblos.

A la nación, la muerte de Jesús va a dar la posibilidad de salir de la opresión que sufre; ella echará a las ovejas fuera del recinto (10,3s; cf. 18,5 Lect.); será el fin de la institución judía, que en esta sesión firma su propia sentencia de muerte.

El Mesías va a congregar la nueva comunidad humana, compuesta por todos aquellos que le den su adhesión. Su distintivo no será la consanguinidad con Abrahán (8,33.37.39), sino la consanguinidad con Dios (los hijos de Dios), habiendo nacido de él (1,13) por el Espíritu (3,6). No estará encerrada en un país, sino desparramada por el mundo, conservando su vínculo de unidad (reunir en uno), formando el único rebaño (10,16; 19,23 Lect.).

Alude el texto a Jr 31,8 (38,8 LXX), que describe la reunión del pueblo disperso: <<Yo los traeré del país del norte, los reuniré de los confines del mundo>>. Los LXX añaden: <<en la fiesta de Pascua>>, que se convierte en signo de la futura liberación. Jn hace suya esta interpretación de la versión griega (cf. 13,1; 19,31.42).

La muerte de Jesús por el pueblo será la del pastor que muere por defender a sus ovejas, para darles vida (10,10s). Por parte de los hombres será la máxima injusticia, por parte de Dios la máxima manifestación de su gloria, de su amor por el hombre. Sin ella nunca habría podido conocerse quién es Dios, ni el alcance de su amor. 

La unidad a que llevará Jesús a los que proceden de Israel y a los hijos de Dios dispersos es la suya con el Padre (10,30: yo y el Padre somos uno), como lo expresará claramente en el discurso de la Cena (14,20: conoceréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros) y en la oración final (17,21: que todos sean uno, como tú, Padre, estás identificado conmigo y yo contigo, para que también ellos lo estén con nosotros). Esa es la unidad del único rebaño.

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