Jesús entonces, reprimiéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro.
Jesús ha llorado, mostrando su cariño a Lázaro, su amigo. Ahora va al sepulcro, pero no para duelo, como los judíos habían pensado de María (11,31), sino a manifestar la gloria de Dios, su amor que, a través de Jesús-hombre, salva al hombre de la muerte irreparable.
SÍNTESIS.
La comunidad cristiana sigue apenada por el difunto. Jesús la invita a salir de la casa del duelo sin esperanza. La comunidad no sabe independizarse de la antigua concepción de la muerte y expresa su dolor como los que no conocen la vida. También Jesús siente pena, pero no porque la muerte sea definitiva, sino porque se siente solidario del hombre sujeto a ella, y sufre por la ausencia del amigo.
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