viernes, 6 de enero de 2023

Jn 11,25a

 Le dijo Jesús: <<Yo soy la resurrección y la vida>>.

Jesús no viene a prolongar la vida física que el hombre posee; no es un médico ni un taumaturgo; viene a comunicar la vida que él mismo posee y de la que dispone (5,26). Esa vida, que es la suya y él da, anula la muerte en el hombre que la recibe. La vida comunicada al hombre es Jesús mismo, por ser su mismo Espíritu, la presencia de Jesús y del Padre en el que lo acepta y se atiene a su mensaje (14,23). Por eso, su presencia en el hombre crea una condición definitiva.

En la frase de Jesús, el primer término, la resurrección, depende del segundo, la vida. Es la resurrección por ser la vida (14,6 Lect.). Resurrección es un término relativo, supone un estado anterior (re-) de vida física. Respecto a él, ante el fenómeno visible de la muerte natural, la vida ulterior aparece como una renovación de vida. Sin embargo, respecto a la vida que comunica Jesús, indica únicamente su continuidad. La calidad que ésta posee hace que, al encontrarse con la muerte, la supere;  a esto se llama resurrección. Jn usa el lenguaje de su época, dándole un sentido distinto.

Este dicho de Jesús enlaza con otros anteriores sobre su persona.

 

 

Marta se había imaginado una resurrección lejana. Jesús, en cambio, se identifica él mismo con la resurrección, que ya no está relegada a un futuro, porque él, que es la vida, está presente.

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