domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 3,34

 y es que el enviado de Dios propone las exigencia de Dios, dado que comunican el Espíritu sin medida.

La lealtad de Dios, su fidelidad a sus promesas, anunciadas por la antigua Escritura, se verifica a través de su enviado. Éste expone las exigencias de Dios, que sustituyen las de la antigua Ley; las verdaderas exigencias divinas no se reducen a palabras, sino que comunican el Espíritu.

Para el que acepta las exigencias de Jesús, la recepción del Espíritu no está limitada al momento de nacer de nuevo; la práctica de ellas va comunicándolo continuamente y sin límite alguno. Cuanto mayor es la respuesta del hombre en el amor a los demás, mayor es la efusión del Espíritu sobre él, que lo va realizando como hijo de Dios (1,12; 10,18 Lect.). Aquí está la diferencia entre el pasado y el presente. No solamente las exigencias antiguas no reflejaban el ser de Dios, por no proceder de un conocimiento directo de él, sino que, además, quedaban en mera norma externa. Se describe la experiencia de la comunidad; la práctica de las exigencias de Jesús comunica un dinamismo vital, el Espíritu (6,63.68). Es a partir de esa experiencia como llega a conocer que son exigencias de Dios y que Jesús es su enviado. Es, por tanto, la vida experimentada la que lleva al conocimiento de la verdad; el testimonio de Jesús (3,32) no es un testimonio externo, sino que el creyente lo escucha dentro de sí: es el testimonio del Espíritu.

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