sábado, 21 de agosto de 2021

Jn 1,34

 <<Pues yo en persona lo he visto y dejo testimonio de que éste es el Hijo de Dios>>.

Encontramos aquí el solemne testimonio de Juan Bautista, cuyo paralelo será el del evangelista sobre el agua y la sangre que salen del costado de Jesús (19,35). Ambos hechos son objeto de visión y de testimonio: Juan ha visto bajar sobre Jesús la plenitud del Espíritu, que es la plenitud de amor y lealtad del Padre, y anuncia que será él quien bautice con Espíritu Santo. El evangelista, por su parte, verá la realización del amor leal hasta el extremo (13,1): la sangre que sale del costado de Jesús (el don de su vida por el hombre) y la realidad del agua-Espíritu para comunicar al hombre la vida (19,34). La plenitud de amor recibida por Jesús se ha manifestado en la cruz; el bautismo con Espíritu está ya disponible en el agua que corre de su costado. Ambos testimonios forman una inclusión: representan el anuncio y el término de la misión de Jesús.

Juan deja testimonio, cumpliendo así su propia misión: dar testimonio de la luz, Jesús Mesías. Es el testimonio que resuena en la comunidad cristiana y que va a ser completado con la frase final: éste es el Hijo de Dios (cf. 1,14).

Jesús es el Hijo de Dios porque el Padre lo ha engendrado, comunicándole su misma vida, el Espíritu. Es la conclusión que saca Juan de la escena que ha presenciado. Jesús posee la plenitud de la vida del Padre, toda su riqueza, su amor y lealtad. Por eso es uno con el Padre (10,30) y su presencia en el mundo es la de Dios mismo (12,45; 14,9).

Desde que aparece por primera vez en este evangelio, Jesús es ya el Hijo de Dios, el Mesías consagrado. Esta perícopa muestra su llegada a su casa (1,11), pronto a comenzar su obra. Él es Dios en la tierra, el proyecto divino hecho realidad humana, el hombre-Dios. Esta es, pues, la idea de Mesías que presenta Juan Bautista, paralela a la presentada en el prólogo: el proyecto divino hecho realidad humana (1,14) se describe aquí como la bajada del Espíritu sobre Jesús, constituyendo al Hombre-Dios (1,1c). El Mesías es la cumbre de la humanidad y su misión consiste en comunicar a los hombres la vida divina que él posee en plenitud (1,16s), para que puedan realizar en sí el proyecto. Será misión suya liberar al hombre del pecado, la esclavitud a que está sometido por los sistemas opresores. Él será el cordero pascual, el que con su sangre inaugure la nueva pascua, el nuevo éxodo y alianza, la nueva Ley, el que constituya la nueva comunidad humana, la de los hijos de Dios, ofreciendo su carne como alimento en el nuevo éxodo. Su misión será llevar a su pueblo a la nueva tierra prometida, el reino de Dios.

Nótese, para terminar, los paralelos que establece la perícopa: dos títulos caracterizan la persona de Jesús: <<el Cordero de Dios>> y <<el Hijo de Dios>>, y dos frases describen su actividad: <<el que va a quitar el pecado del mundo>> y <<el que va a bautizar con Espíritu Santo>>. Así como las frases presentan el efecto y la causa de la actividad liberadora de Jesús, así también los títulos están relacionados. Jesús es el Cordero de Dios por ser el don de Dios a la humanidad: Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único (3,16a), que dará su propia vida (3,14: el hombre levantado en alto). El objetivo de ese don de Dios es hacer posible al hombre escapar de la muerte y obtener la vida: para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca (3,16b; cf. 3,15).

Juan Bautista menciona a Israel (1,31) solamente como el área de la manifestación del Mesías por medio de su testimonio. No llama a Jesús <<el rey de Israel>>, es decir, no traduce la experiencia que ha tenido de Jesús en términos nacionalistas ni institucionales. Él se ha enfrentado con las instituciones, denunciado a los dirigentes como obstáculo para la llegada del Señor, y ellos lo consideran sospechoso; se ha colocado simbólicamente en una tierra fuera del territorio judío, al otro lado del Jordán. Él anuncia la llegada del Mesías desde fuera de la sociedad de Israel, como atrayendo con su bautismo a una ruptura con las instituciones existentes.

Para Juan no existe más que un mundo sujeto al pecado (1,29). Su visión del Espíritu le muestra que el Mesías es algo nuevo y distinto de lo anterior, una intervención directa de Dios en la humanidad, que no pasa por institución alguna; es consciente de que la misión del Mesías desborda los límites de Israel para extenderse a la humanidad entera (1,29: el pecado del mundo). Por eso, aunque toda la perícopa describe al Mesías y a su obra, no pronuncia el título, que podía suscitar ecos nacionalistas. No existe para él continuidad entre la realidad existente y lo nuevo que llega. La cita del profeta Isaías (1,23) le ha servido solamente para mostrar a las autoridades que Dios ha sido siempre el mismo y reprocharles su infidelidad; pero, a pesar de ellas, las promesas van a cumplirse, pues el Señor va a entrar en la historia del pueblo.

SÍNTESIS

En esta declaración, que conserva su validez en toda época, expone Juan el designio de Dios y la identidad del Mesías Jesús, que ha de realizarlo.

Dios se propone sacar a la humanidad de la situación de esclavitud en que se encuentra (quitar el pecado del mundo). Utilizando un símbolo de la cultura, el cordero pascual, describe Juan la misión del Mesías: él será, con su muerte, el liberador y el alimento de los que lo sigan en el éxodo que va a realizar. La época que comienza es festiva (pascua), por tener la alegría de la libertad, y representa la verdadera alianza de Dios con la humanidad.

Para esta misión Jesús ha recibido su investidura, su unción de Mesías, que es la plenitud del Espíritu, fuerza de vida-amor, comunicación personal de Dios. Así, la Palabra se hace hombre, se realiza plenamente el proyecto divino. Él es por eso el Hijo de Dios, Dios entre los hombres, el enviado del Padre, el que ha bajado del cielo. Participando de la plenitud que él posee, los que se adhieran a él nacerán del Espíritu, recibiendo la fuerza de vida-amor que los liberará de la opresión del pecado.

La declaración de Juan es una invitación a los hombres de toda época: les hace saber que en Jesús se encuentra la vida, que por él pueden liberarse de la opresión.

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