sábado, 6 de agosto de 2022

Jn 8,15a

 <<Vosotros dais sentencia ateniéndoos a lo humano>>.

Como Nicodemo fariseo (3,1), estos fariseos tampoco perciben el Espíritu y quedan en la esfera de <<la carne>>, es decir, del hombre sin Espíritu (3,6; cf. 6,63). Son los que profesan la realización del hombre por la observancia de la Ley, incapaz de llevarlo a su plenitud (3,6). No comprenden que en Jesús haya otro origen y otro principio de vida.

El que no percibe el Espíritu, juzga a Jesús según la mera realidad humana y no lo entiende. No sabrá nunca de dónde procede ni adónde se dirige. Ellos, que se mueven en el ámbito de la <<carne>>,no pueden salir de él; sus cálculos quedan dentro de ese estrecho horizonte.

Partiendo de ese concepto incompleto del hombre, el Mesías que ellos esperan es el restaurador de las glorias de Israel y el realizador de su victoria sobre los demás pueblos.

Desde esta perspectiva, los fariseos rechazan la pretensión mesiánica de Jesús, pues su persona y actividad no corresponden a los presupuestos que ellos sostienen.

Jesús, con su respuesta, les demuestra que no tienen autoridad para juzgar, pues su punto de vista es erróneo. Su criterio no corresponde al designio de Dios (5,30 Lect.). El Mesías que esperan no es más que la personificación de sus ambiciones y de su deseo de revancha.

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