lunes, 3 de julio de 2023

Jn 18,15a

 <<Seguía a Jesús Simón Pedro y, además, otro discípulo>>.

Con su seguimiento, Pedro contradice el aviso que le había dado Jesús: Adonde me marcho, no eres capaz de seguirme ahora (13,36). No hace caso de estas palabras. Jesús ha comenzado su marcha hacia el Padre (13,3), entregándose para dar su vida por el pueblo (18,14). Pedro, en cambio, no estaba dispuesto a dar la vida por el pueblo, sino por Jesús (13,37), para evitar su muerte (18,11). No está preparado para seguirlo, porque no tiene un amor semejante al suyo. Por eso, este seguimiento acabará en el fracaso.

Sigue también a Jesús otro discípulo, sin nombre. La figura de este discípulo aparece a primera vista como una incógnita, pero Jn ofrece datos suficientes para comprender su significado.

A partir de la cena, Jn asocia cinco veces a la figura de Pedro la de otro discípulo innominado, designado cuatro veces como <<el discípulo a quien quería Jesús>> y esta vez como <<otro discípulo>>. En la escena del sepulcro se mezclan las dos designaciones: va a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien quería Jesús (20,2); el otro discípulo corrió más de prisa que Pedro (20,4).

El discípulo ha sido caracterizado en la Cena como aquel que experimenta el amor que Jesús le tiene; es su confidente y goza de tal intimidad que puede reclinarse sobre el pecho de Jesús, gesto de familiaridad absoluta (13,23.25). En esta perícopa, la segunda vez que aparece, muestra el evangelista el amor con que el discípulo corresponde a Jesús, y que manifiesta siguiéndolo en su camino hacia la muerte. En este caso suprime Jn la denominación habitual (el discípulo a quien Jesús quería) para hacer resaltar su respuesta.

Más importante que identificar a este discípulo con uno o varios personajes históricos es definir la función que desempeña en el relato evangélico, es decir, su significado teológico.

Aparecía en la Cena, en contraste con Pedro, como el confidente de Jesús, por su cercanía a él (13,23s). También en contraste con Pedro, se le describe aquí como el que entra con Jesús preso, dispuesto a correr su misma suerte (18,15). Se dirigirá al sepulcro, de nuevo junto con Pedro y, en contraste con él, comprenderá las señales y creerá en la resurrección (20,2-10). En la pesca, donde acompaña a Pedro, será él quien reconozca al Señor (21,7). Por última vez aparecerá junto a Pedro en la escena final del evangelio (21,20-22).

La comunidad afirma que el evangelio entero es su testimonio (21,24). Éste integra, por tanto, el dado al pie de la cruz por el que presenció la gloria de Jesús (19,35); es este discípulo quien, en el momento cumbre, se mantiene junto al Mesías crucificado. Al ver cumplida la declaración de Juan Bautista sobre el Cordero de Dios (1,29.36), al que no lo quebrarán ni un hueso (19,36), su testimonio final (19,35) completa el que pronunció Juan anunciando la misión del Mesías (1,32-34). Enlaza así esta figura con la del discípulo anónimo que, habiendo escuchado el testimonio de Juan, siguió a Jesús y se quedó a vivir con él (1,35-39). Su permanencia al lado de Jesús le permite ahora entrar con él para llegar hasta la cruz, donde acogerá a la madre (19,26s) y se convertirá en testigo (19,35).

Resumiendo su significado, es el discípulo que, habiendo roto con la institución judía (discípulo del Bautista), sigue a Jesús y vive con él. Es por eso su confidente, el que lo acompaña hasta la muerte, da testimonio de su gloria, reconoce su resurrección y percibe su presencia en la comunidad. De ahí su función de testigo ante el mundo. Sus rasgos retratan en este evangelio los del discípulo y la comunidad según el ideal que Jesús propone.

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