<<No, no os llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos>>.
En 13,13s, Jesús declaraba ser el maestro y el señor, pero de modo nuevo. En el lavado de los pies se había hecho el primero en la tarea de servicio que todos deben practicar. Manifestaba allí Jesús la relación de amor y solidaridad que él instaura entre los hombres (4,7-8 Lect.). Aquí aparece lo mismo desde otro punto de vista: el amor mutuo hace hijos de Dios y pone a los discípulos al nivel de Jesús. Él que los llama aquí amigos, los llamará también hermanos (20,17).
Jesús requiere, por tanto, que la relación entre sus discípulos y él sea de amistad. Siendo el centro del grupo, no se coloca por encima de él. Quiere ser compañero de los suyos en la tarea común. En el contexto de misión, la amistad con Jesús significa la colaboración en un trabajo que se considera común a todos y responsabilidad de todos; por eso la alegría de la misión se comparte con Jesús (15,11). Los discípulos no son siervos a sueldo de un señor, sino amigos que voluntariamente colaboran en la tarea (cf. 12,26). El grupo de amigos vive en su compañía, en comunicación y confianza. Él está con ellos y comparte su vida (14,23 Lect.).
La relación de amistad es la propia del grupo respecto a Jesús y entre sus miembros. Antes, hablando de Lázaro (11,11), lo había llamado <<nuestro amigo>>. Jesús se integra en su grupo. La igualdad y el afecto crean libertad. Este es el testimonio de los suyos ante el mundo y la alternativa que ofrecen. De esto depende el fruto.
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