y, fijando la vista en Jesús, que caminaba, dijo: <<Mirad el Cordero de Dios>>.
El día anterior, Juan había visto a Jesús que llegaba; ahora, estando en el mismo lugar, ve a Jesús que pasa. Jesús se le pone delante, toma el puesto que le corresponde por derecho (1,15.30), Juan queda atrás. Es el momento del cambio, deja de ser precursor porque el anunciado va a comenzar su actividad.
Juan pronuncia su declaración en presencia de dos discípulos. Al repetir el incipit de la declaración anterior (1,29: Mirad el Cordero de Dios), hace ver el autor que Juan comunica a sus discípulos el entero contenido de aquélla. Ellos conocen así la calidad del Mesías; saben que ha de inaugurar la nueva pascua y alianza y realizar la liberación definitiva; al mismo tiempo, que es el Hijo de Dios, el portador del Espíritu, y que, comunicándolo, va a quitar el pecado del mundo. Él dará realidad a la expectación significada en el bautismo de Juan.
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