pues prefirieron la gloria humana a la gloria de Dios.
Habiendo percibido en Jesús la gloria de Dios, el resplandor de su amor por el hombre, se encuentran ante un dilema. Aceptar esa gloria como norma de su vida significa perder su situación de privilegio. En la alternativa optan por continuar donde estaban, renunciando a la vida (12,25; 3,36), a ser hijos de Dios (1,12). Verifican la acusación hecha por Jesús (5,44: ¿Cómo os va a ser posible creer a vosotros que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que se recibe de Dios sólo? Su posición social los tiene atados. Así, aunque saben que Dios está por el hombre, como lo ha manifestado Jesús, ellos, conscientemente, siguen siendo opresores del hombre.
Existen, pues, dos causas de la incredulidad. Una, en el pueblo, la tradición que le han enseñado (12,34). En definitiva, los responsables principales de la situación son los jefes, pues ellos son los que tienen sometido al pueblo con su prestigio y su doctrina, impidiéndole ver la realidad.
SÍNTESIS
La gran tragedia del pueblo oprimido es haber asimilado la ideología del sistema que los oprime, aceptando como valores los principios de muerte que éste propone. Quedan ciegos para ver y apreciar toda realidad que de alguna manera la contradiga.
De ahí la enorme responsabilidad de los dirigentes. En la perícopa aparece la traición al pueblo por parte de muchos jefes judíos, que, convencidos ya de que Dios estaba de parte de Jesús, el condenado por su sistema, no se atreven a ser honrados consigo mismos y permanecen públicamente en el bando opuesto, por miedo a perder su posición.
Se dibuja en la perícopa el dilema que se presenta ante el hombre, cuando la acción de Dios derriba sus antiguas seguridades doctrinales. Es el momento en que se juega su entero porvenir: o bien ha de fiarse de Dios y aceptar el riesgo, o bien se cierra al Espíritu aferrándose a su propio pasado, aunque ya no le conste su validez. Es la opción de todo hombre entre la luz y las tinieblas. Quien entonces no se acerca a la luz, por motivos más o menos inconfesables, empezará a odiar la luz, que es Jesús, el Hijo de Dios.
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