Esto lo dijo Isaías porque vio su gloria, y así habló de él.
El texto de Isaías que acaba de citarse sigue, en efecto, a la visión de Dios en el templo (Is 6,3), donde los serafines lo aclamaban con el triple Santo. El templo estaba lleno de su gloria (6,1) y lo mismo la tierra (6,3).
<<Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo (LXX: y lleno estaba el templo/la casa de su gloria) ... ¡la tierra está llena de su gloria!>>.
La gloria que vio Isaías se identifica con la que posee Jesús, por ser la que el Padre le ha dado (17,4.22). Él es el santuario, lleno del amor fiel de Dios (1,145), que los suyos han contemplado (1,14: hemos contemplado su gloria). Es la gloria que llega a toda la tierra, el amor de Dios por la humanidad entera (3,16). La resistencia de Israel al mensaje profético anticipaba lo que tendría lugar ante el mensaje del Mesías.
La ceguera del pueblo está en oposición a la visión de la gloria, que narrará el testigo, ante la figura de Jesús en la cruz (19,35 Lect.), y que continuará en su comunidad (1,14).
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