<<Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y con razón, porque lo soy>>.
No se permitía a los discípulos llamar a su maestro por su nombre. Se dirigían a él con el título de Maestro (Rabbí; cf. 1,38) o el de Señor (Mar). Pedro acaba de llamarlo <<Señor>> dos veces (13,6.9). Existe una diferencia entre Jesús y sus discípulos; todos son conscientes de ella. Jesús se la recuerda para hacerles comprender en qué consiste verdaderamente ser maestro y señor. Ante todo, en su comunidad la diferencia no crea rango; las dotes o funciones no justifican superioridad alguna. Siendo el Maestro y el Señor, los ha colocado a ellos en su mismo nivel. Los hace iguales y los trata como iguales. No hay más funciones que las que requiere la eficacia del amor mutuo, y éstas nunca eclipsan la relación personal de hermanos (20,17; 21,23).
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