Simón Pedro le hizo señas de que averiguase por quién podría decirlo. Reclinándose entonces sin más sobre el pecho de Jesús, le preguntó: <<Señor, ¿quién es?>>.
El discípulo puede permitirse un gesto de total intimidad y, echándose hacia atrás, se apoya sobre el pecho de Jesús y le pregunta sin rodeos. Entre él y Jesús no hay barreras. Pedro, en cambio, no puede tomar la iniciativa y hacer la pregunta; no está inmediato a Jesús, no comprende su amor ni acepta ser amado (13,8). La barrera que lo separa aparecerá en 21,15: ¿me amas más que éstos? (ibíd. Lect.).
Así como el discípulo a quien Jesús quería, por estar inmediato a Jesús, conoce a Jesús y al Padre, Pedro no los conoce. Puede llegar hasta Jesús solamente a través del otro, como no lo reconocerá sino por indicación suya (21,7).
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