sábado, 25 de marzo de 2023

Jn 13,26a

 Jesús contestó: <<Es aquel para quien yo voy a mojar el trozo y a quien se lo voy a dar>>.

En el lavado de los pies, ha presentado Jn solemnemente el mandamiento nuevo, característico de la nueva comunidad. Ahora, con este gesto de Jesús, advierte que el amor no sólo no excluye a nadie, sino que incluye hasta al mismo enemigo mortal, y que uno debe darse también a él sin escatimarse. El gesto de Jesús no supone delación alguna. Para dar a conocer al enemigo, Jesús hace el gesto de amor hacia él, que no sólo no lo delata, sino que lo protege de la actitud inquisidora de los discípulos. Esta actitud de Jesús hacia el traidor se constituye en norma de la comunidad.

La respuesta de Jesús no revela el nombre del traidor ni lo señala; no quiere denunciarlo en presencia de todos. Revela quién es sólo a este discípulo por medio de un gesto que va a significar al mismo tiempo aceptación. Jesús continúa su lección; ha dicho que hay que aceptarse mutuamente (13,14) y ahora indica hasta qué punto. Él no rompe con el que va a traicionarlo haciéndose instrumento de su muerte: él no ha venido a juzgar, sino a salvar (12,47). Con el pan, ofrece su acogida hasta el último momento, se está ofreciendo él mismo; le brinda su amistad hasta el final. Ofrecer a un comensal un trozo de pan mojado en la salsa o un trozo de alimento era señal de deferencia.

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