Simón Pedro le dijo: <<Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza>>.
La reacción de Pedro muestra su adhesión personal a Jesús, aun sin entender su manera de obrar. Con tal de no separarse de él está dispuesto a hacer lo que quiera, pero por ser voluntad del jefe, no por convicción. Sigue siendo dependiente. No comprende la actitud vital que inspira la acción de Jesús y, por tanto, no podrá traducirla en actitud propia. Se muestra dispuesto a obedecer, pero no a imitar.
Al ofrecerse a que le lave las manos y la cabeza, Pedro piensa que el lavado es purificatorio. Si <<no dejarse lavar>> significa no ser aceptado, deduce que el lavado elimina algún obstáculo, alguna impureza o falta, y que es condición para ser admitido por Jesús, como lo era la purificación hebrea para acercarse a Dios. Si tiene que ser purificado de algo, está dispuesto. Juzgaba inadmisible la acción como servicio; como rito religioso, se presta a ella. Se trataría, en tal caso, de un acto único e individual como un rito de admisión.
Como en su idea del Mesías, también en este punto piensa Pedro en categorías judías, como los discípulos de Juan, que interpretaban su bautismo, gesto simbólico de ruptura con la institución judía, en clave de purificación tradicional (3,25 Lect.). Se refleja aquí el apelativo que Jesús había dado a Pedro en su primera entrevista: Simón, el hijo de Juan (1,42 Lect.), el discípulo de Juan que, como los de 3,25, no veía la novedad que éste anunciaba.
Ahora que ha conseguido explicarse el gesto de Jesús de manera compatible con sus principios, vuelve a llamarlo <<Señor>>, título que había suprimido en su reacción indignada (13,8: No me lavarás los pies jamás).
No hay comentarios:
Publicar un comentario