<<Me buscaréis, pero aquello que dije a los Judíos: ´Adonde yo me marcho, vosotros no sois capaces de venir´, os lo digo también a vosotros ahora>>.
La frase a que hace alusión Jesús se encuentra en 8,21: Yo me marcho; me buscaréis, pero vuestro pecado os llevará a la muerte. Adonde yo me marcho, vosotros no sois capaces de venir. Los discípulos lo buscarán (20,15), porque su ausencia les causará dolor (16,20), pero no será, como para los Judíos, una ausencia definitiva que los lleve a la ruina. No morirán por su pecado, porque están limpios (13,10). Sin embargo, tampoco ellos son capaces de ir adonde él se marcha. Él va libremente adonde lo lleva Judas (13,30): a la cruz, y por ella al Padre (13,3). En ese itinerario nadie es capaz de acompañarlo. Nadie puede comprender todavía la magnitud de su amor ni asociarse a él. Los Judíos no habrían aceptado nunca un Mesías que hubiera de morir (cf. 12,34); por eso no podían acompañar a Jesús. Los discípulos tampoco pueden aceptarlo aún ni entender hasta dónde ha de llegar el don de sí (cf. 16,31). No tienen todavía la talla para amar de esa manera. Él se la dará con su propia muerte. De hecho, lo abandonarán en la hora decisiva (16,32).
Sólo el discípulo amigo de Jesús (13,23) lo acompañará en su itinerario (18,15s) y se encontrará al pie de la cruz (19,26s), donde será testigo del amor manifestado (19,35). Figura así al discípulo modelo.
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