<<¿Lo entendéis? Pues dichosos vosotros si lo hacéis>>.
Pedro no lo entendía (13,7). Después de haber explicado el sentido de su gesto (13,12-15) y hecho la advertencia que impide toda escapatoria (13,16), Jesús incluye a Pedro en su pregunta.
No le basta a Jesús la adhesión de principio (cf. 8,31), se requiere la práctica de su mensaje, traduciendo las actitudes interiores en modos de proceder. Expresa su exigencia en forma de bienaventuranzas: dichosos vosotros si lo hacéis. En el amor está la plenitud de vida, y quiere que los discípulos lo comprendan. Disipa el espejismo de felicidad que propone el poder. No se es feliz dominando, sino amando; no siendo superiores, sino iguales. La felicidad verdadera nace de la experiencia del amor en una comunidad de hermanos.
Esta bienaventuranza prepara la que pronunciará Jesús en su reproche a Tomás (10,29: Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer). La práctica del amor mutuo dará a los discípulos la experiencia del amor de Jesús vivo y presente. Éste es el verdadero fundamento de la fe, no una experiencia extraordinaria como la que pedía Tomás (20,29 Lect.).
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