El que viene de arriba está por encima de todos.
La oposición que se establece en este párrafo no contrapone a Jesús meramente con Juan Bautista, sino con todos, es decir, con todos los enviados de Dios anteriores a Jesús, que, de hecho, no venían de arriba. Reaparece el contraste insinuado en el prólogo entre la Palabra primordial y creadora y <<las palabras>> de la Ley y de los profetas (1,1a Lect.). Toda otra palabra había sido de la tierra. Jesús, el Mesías (3,28), está por encima de todos los personajes que hablaron de parte de Dios en el AT, cuyo último representante ha sido Juan Bautista (1,6). Éste ha afirmado la superioridad de Jesús sobre él mismo (1,15. 27.30; 3,29s); la afirmación se extiende ahora a toda la serie de profetas comenzando por Moisés, su prototipo (Dt 18,15.17-18: <<Un profeta de los tuyos, de tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios; a él le escucharéis... El Señor me respondió: Tienes razón. Suscitaré un profeta de entre tus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mandé>>; Jn 5,46: <<de mí escribió él>>). Al llegar el cumplimiento, la antigua alianza pierde su validez (2,1-11) y, con ella, la Escritura en cuanto palabra de Dios que reclamaba la fidelidad a aquella alianza. Su marco desaparece, su mensaje queda relativizado.
Va a inaugurarse la alianza nueva, ya prevista por Jr 31,31ss (1,17 Lect.).
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