(aunque, en realidad, no bautizaba él personalmente, sino sus discípulos).
Con esta frase precisa Jn lo afirmado anteriormente (3,22). Para establecer la diferencia entre Jesús y Juan había puesto en contraste las dos figuras. Ahora, en cambio, cuando éste ya no es necesario, precisa que bautizaban los discípulos, reflejando la praxis de las comunidades cristianas.
Aparece otra diferencia entre Jesús y Juan. La labor de éste era suya personal, sin continuación; sus discípulos no bautizan. La labor de atracción de Jesús puede ejercerse, en cambio, por medio de otros y anuncia un porvenir fecundo. Juan es un final, Jesús un principio (3,30).
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