<<el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú, diste testimonio>>.
Le hablan de Jesús, pero sin nombrarlo: al contrario, usan un tono despectivo: el que ... de quien ... ése ... La primera frase pone a Jesús en la misma categoría de Juan o, más bien, lo subordina, pues Juan queda como centro (el que estaba contigo). además, puesto que Juan dio testimonio en su favor y lo dio a conocer (1,34), juzgan que Jesús es deudor a Juan de su fama. Se indignan de que ése, que lo debe todo a Juan, se haya puesto a bautizar por su cuenta y se lleve la gente detrás. Consideran esto una competencia desleal, la del favorecido que traiciona a su bienhechor. Estos individuos no habían aceptado o comprendido el testimonio de Juan; se han adherido a él, que era la figura popular. No han tomado en serio sus declaraciones (1,26: yo bautizo con agua; entre vosotros se ha hecho presente... el que llega detrás de mí), no se han dado cuenta de que el pueblo no pertenece a Juan (1,27: y a ése yo no soy quien para desatarle la correa de las sandalias). Como los fariseos (1,25), tampoco ellos saben por qué bautiza Juan. Ahora se muestran alarmados.
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