Le dice entonces la mujer samaritana: <<¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?>> (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
La respuesta de la mujer refleja su extrañeza, no puede comprender como un judío pida de beber a una mujer samaritana. La razón que da Jn, que los dos pueblos no se trataban, se comprende perfectamente en el contexto histórico expuesto al principio. Jesús, por su parte, ha derribado la barrera que los separaba. Además, al expresar una petición, elimina la superioridad proverbial de los judíos respecto a los samaritanos. Él se presenta simplemente como un hombre, necesitado como todos; se pone en situación de dependencia y reconoce que ella puede ofrecerle algo indispensable. Al colocarse en el nivel de la necesidad corporal afirma la igualdad (cf. 2,21: su cuerpo; 19,31: los cuerpos), suprime la discriminación y dignifica a la mujer. Le ha mostrado su confianza, pero ella no ha vencido aún su reserva.
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