Algún tiempo después fue Jesús con sus discípulos a la comarca de Judea, se detuvo allí con ellos y bautizaba.
Teniendo en cuenta el episodio anterior, se indica un desplazamiento de Jerusalén, la capital, a la provincia; el dato temporal es vago y Jn no marca itinerario preciso. La comarca de Judea se encontraba bajo la inspección y jurisdicción directa de Jerusalén (4,1).
Es la primera vez, desde el prólogo (1,11: vino a su casa, pero los suyos no lo acogieron), que Jesús es sujeto del verbo ir/venir (en griego un mismo verbo). Las frases son, pues, paralelas: vino a su casa, vino/fue a la comarca de Judea. Se presenta Jesús por primera vez en Judea para ejercer una actividad con el pueblo. En Jerusalén había hecho una proclama y una denuncia, rechazadas o mal interpretadas. Se aleja de la capital y, en la provincia, va a reclutar adeptos.
La identificación de la comarca de Judea con su casa/lo suyo (1,11) explica que Jesús, hablando con la Samaritana, se identifique como perteneciente a Judea (4,22) y que más tarde, con ocasión de su ida a Galilea por causa del recelo de los fariseos (4,1-3,43), puede citar, aplicándolo a sí mismo, el proverbio: a ningún profeta se le honra en su propia tierra (4,44).
Los fariseos de Jerusalén no reconocerán que <<la casa>> de Jesús sea Judea, lo tiene por galileo (7,52: verás que un profeta, de Galilea, no sale). Juzgan por criterios geográficos, mientras el lugar de origen de Jesús es la esfera divina (3,31: de arriba, del cielo) y, como Mesías, pertenece al pueblo como tal.
Según el texto, Jesús bautizaba, aunque por medio de sus discípulos, como se precisará en 4,2. Sin embargo, no se indica que estuviese fijo en un lugar. Como el bautismo de Juan (cf. 1,25as.31.33), también el de Jesús simboliza ruptura con el pasado y adhesión a la novedad que él representa. Expresa un cambio de lealtad, por eso despertará las sospechas de los fariseos (4,1). En la circunstancia presente, después del episodio del templo (2,13-22), incluye la ruptura con las instituciones de Israel. Jesús despierta la inquietud y gana adeptos en plena Judea, no lejos de la capital. Es, con toda evidencia, un desafío a las autoridades centrales, que lo han rechazado.
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