domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 4,6

 estaba allí el manantial de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se quedó, sin más, sentado en el manantial. Era alrededor de la hora sexta.

El manantial citado en este verso se llamará luego <<el pozo>> (4,11.12). Situado cerca de Siquén y único en la región, era un pozo profundo que, según los datos arqueológicos, estuvo en uso desde el año 1000 a. C. hasta el 500 d. C.

En el AT, la única relación de Jacob con un pozo se encuentra en Gn 29,2-10, en su encuentro con Raquel en Harán; Jacob quita la piedra que cubría el pozo y abreva el ganado (29,10). Sin embargo, <<el Pozo>> en la tradición judía se convierte en un elemento mítico, que sintetiza los pozos de los patriarcas y el manantial que Moisés abrió en la roca del desierto. Es figura de la Ley misma, que se consideraba observada ya por los patriarcas y formulada más tarde por Moisés. El texto más comentado en la tradición rabínica, además del ya citado de Gn 29,2-10, es el de Nm 21,16-18: <<Desde allí se trasladaron a El Pozo. Este agua. Los israelitas cantaban esta canción: ¡Brota, pozo! Cantadle. Pozo que cavaron príncipes, que abrieron jefes del pueblo con sus cetros, con sus bastones>>.

Del pozo de la Ley brota el agua viva de la sabiduría. EL pozo de Jacob en Harán se identifica por una parte con el de Moisés en el desierto y, por otra, con Sión, el centro del culto judío. De ahí la mención en los profetas del agua viva que había de salir de Jerusalén (Zac 14,8) y del templo (Ez 47). El Pozo llega a significar prácticamente todas las instituciones judías, la Ley, el templo, la sinagoga y su centro, Jerusalén.

Fatigado del camino. El término fatigado pone en relación este verso con 4,38, donde <<fatiga, fatigar>> aparecen tres veces (nunca más en el evangelio). En 4,38 se habla de una fatiga pasada, siembra y labranza, mientras los discípulos se encuentran con el fruto de la fatiga de los sembradores. La fatiga de Jesús es, por tanto, resultado de la siembra que está haciendo, es el trabajo necesario para que se produzca el fruto (12,24: si el grano de trigo ... muere, da mucho fruto). En este verso, sin embargo, la fatiga está relacionada con el camino / viaje de Jesús. La siembra y el camino se identifican. De hecho, la obra de Jesús se expresa en Jn en términos de marchar, caminar, ir, y, en particular, él mismo alude siempre a su camino (adónde voy, 8,14.21.22; 13,33.36; 14,4-5) que es un ir hacia Dios (13,3) o hacia el Padre (14,28; 16,10.17) que lo envió (16,5). Su vida es un continuo ir, marchar o caminar. Ese es su camino y su fatiga.

Por otra parte, el evangelista señala que era alrededor de la hora sexta (mediodía). Es la misma frase que se emplea en 19,14 en el momento que lo condenan a muerte. Allí Jesús habrá terminado su camino. De modo parecido al de Caná, se anticipa aquí <<la hora>> de Jesús (cf. 2,4). Así aparecerá en la expresión: se acerca la hora, o mejor dicho, ha llegado, referida al culto con espíritu y lealtad (4,23). Este culto será posible cuando él haya entregado el Espíritu (cf. 7,39; 19,30), el agua viva que él ofrece a la mujer (4,14) y que brotará de su costado abierto (19,34). La actividad de Jesús anticipa su hora (cf. 5,25). Como en el episodio de Nicodemo (3,3.5ss), el evangelista presenta en la escena de Samaría el fruto de la muerte de Jesús. Esto le permite unir el tiempo de Jesús con el de la comunidad, que lee la vida de Jesús después de su muerte y resurrección, y ve en su actividad anterior la anticipación de la realidad que ella vive.

Jesús se queda sentado en el manantial, ocupa su puesto. La frase indica la sustitución que va a tener lugar, marcada por el evangelista al decir se quedó sentado, en lugar del simple se sentó; Jesús va a ocupar permanentemente el puesto del antiguo manantial. De hecho, él va a ofrecer un agua que brotará del manantial abierto en su costado (19,34). Él mismo es el verdadero manantial, que toma el puesto de la Ley, de la tradición y del templo. Ezequiel anunciaba que del templo futuro correría un manantial de agua creciente (Ez 47). Jesús mismo va a identificarse con ese templo del que corre el torrente de agua (cf. 7,37-39 Lect.) y, ahora, con su gesto, adelanta la identificación. De ahí que él, el nuevo santuario que sustituye al de Jerusalén (cf. 2,19), anuncie en este episodio el fin de los templos y defina las características del nuevo culto (4,21-24).

Es la segunda alusión a Jacob en el evangelio. En la primera (1,51), anunció Jesús que la escala vista por Jacob iba a ser realidad en su persona; aquí, el manantial que había dado Jacob queda sustituido por otro que es Jesús mismo.

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