Tenía que pasar por Samaría.
Podía haber ido a Galilea pasando por Transjordania; la necesidad que expone Jn es de otro orden: era necesario para la misión mesiánica de Jesús. El esposo, Hijo heredero del Padre (3,29.35), va a ofrecer su amor-Espíritu a Samaría la prostituida, que lo acepta. La nueva alianza anunciada en Caná se dirige a la humanidad entera y no va a fracasar por la negativa de los <<suyos>>. La ruta que elige era, sin embargo, la ordinaria para pasar de Judea a Galilea.
Samaría era la región considerada por los judíos como heterodoxa, raza de sangre mezclada y de religión sincretista. Existía entre ambos pueblos una profunda enemistad; los judíos despreciaban a los samaritanos, y llamar a alguien por este nombre era uno de los peores insultos (8,48). Los judíos habían destruido el templo samaritano del monte Garizín (128 a. C), lo que había exacerbado el resentimiento. En los tiempos del procurador Coponio (6-9 d. C.), algunos samaritanos habían profanado el templo de Jerusalén, durante las fiestas de Pascua, esparciendo huesos humanos en los atrios. Por eso se les prohibió el acceso al templo.
El origen del alejamiento de Samaría se debió a la política asiria, que deportó a lo más selecto de la población. La región de Samaría fue poblada de colonos asirios (2 Re 17) que, con el pasar del tiempo, se fundieron con la población hebrea restante, resultando una raza mixta que, naturalmente, mezcló también las creencias (Es 4,2-3).
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