domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 4,3

 Cuando Jesús lo supo, abandonó Judea y se volvió a Galilea.

Ya Juan Bautista había tenido que emigrar de la zona donde comenzó sus bautismos (1,28) a una región situada más al norte (3,23). Ahora Jesús, que provoca, mucho más que Juan, un movimiento de adhesión, se ha convertido también en una figura inquietante y tiene que marcharse. Se va a Galilea, la provincia del norte, fuera de la jurisdicción romana, pero, sobre todo, alejada de las autoridades nacionales y religiosas de Jerusalén.

Galilea es la región donde Jesús puede circular libremente (cf. 7,1). Allí fue con sus primeros discípulos y en Caná expuso su programa (1,43; 2,1-11). Ahora regresa, y desde allí volverá a subir a Jerusalén para continuar su labor con el pueblo (5,1ss).

SÍNTESIS.

En Jesús, Dios interviene en la historia humana proponiendo un cambio en la relación con él. Hasta entonces, ésta se había realizado a través de mediadores, enviados con misión divina, pero sin experiencia directa de Dios. Con Jesús comienza la alianza nueva, caracterizada por el contacto inmediato y mutuo de Dios con el hombre. Ha terminado el régimen contractual de Ley, para dar paso a la relación recíproca del amor. En Jesús, el Hijo, se hace presente Dios como Padre, que ha puesto en él toda su riqueza, su misma gloria. Lleno del Espíritu, aliento vital de Dios, puede comunicarlo.

La presencia de Dios inmediata en Jesús hace innecesaria cualquier clase de mediación. Se habían creado instituciones mediadoras que tenían por objetivo servir de cauce a la comunicación con Dios. Cuando éste, en Jesús, llega a los suyos, estas instituciones caducan, pero se niegan a desaparecer, revelando así su perversión: habiéndose constituido fin en sí mismas, se oponen al Mesías.

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