domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 3,36c

 no, la reprobación de Dios queda sobre él.

La reprobación o ira de Dios pesa sobre la tiniebla que combate la luz divina de la vida (1,5). El amor de Dios a la humanidad se ha mostrado en Jesús, dando a todos y a cada uno la posibilidad de salir de la muerte por medio de una opción personal en favor de la luz (3,16-21).

Jesús, el portador del Espíritu (1,32), crea la zona de la vida, del amor de Dios. A ella se opone la zona de la muerte (1,5: la tiniebla). Pero Dios no es indiferente ante la entidad maligna que se opone a su amor por el hombre: sobre ella pesa su reprobación y su ira. Existen, por tanto, dos ámbitos. Quienes desprecian el ofrecimiento de Dios y voluntariamente se quedan en el ámbito de la muerte (3,19; 1,29: el pecado del mundo), permanecen bajo el peso de la reprobación. Dios, que es vida, odia la muerte.

El fin de la perícopa coincide con el fin de la estancia de Jesús en Judea, donde ha sido rechazado (cf. 2,18; 3,10; 4,1-3.44). Termina con una nota de amenaza: el rechazo de Jesús tendrá para los suyos consecuencias desastrosas (8,21.23). Su institución explotadora (2,13ss) no acepta la novedad del Mesías y, contra el plan de Dios, se empeña en considerarse definitiva. Voluntariamente se ha situado en el ámbito de la tiniebla-muerte (3,19).

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