<<Está escrito en los profetas: ´Serán todos discípulos de Dios´; todo el que escucha al Padre y aprende se acerca a mí>>.
Jesús toma un texto profético (Is 54,13) que se ponía en relación con Jr 31,33s: <<Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en su corazón>>, deduciendo que Dios inculcaría al pueblo la fidelidad a la Ley mosaica. Jesús, sin embargo, da una interpretación diferente: Dios no enseña a observar la Ley, sino a adherirse a él. De ahí la frase siguiente: todo el que escucha al Padre y aprende, se acerca a mí.
El texto de Isaías no está citado a la letra; en el original Dios habla a Jerusalén y dice así: <<Todos tus hijos serán discípulos del Señor>>. Al suprimir <<tus hijos>>, el dicho queda universalizado: <<El Señor>> de la profecía no es ya el Dios de Israel, sino el Padre universal (4,21 Lect.).
Según este pasaje, Dios no elige a algunos privilegiados para que crean en Jesús; su enseñanza se ofrece a todos y a todos es posible la adhesión. Pero hay que aprender del Padre y dejarse empujar. La manera como el Padre hace oír su voz y enseña al hombre la apunta Jesús al interpretar el término <<Dios>> de la profecía con el apelativo <<Padre>>, que designa a Dios como creador de vida y lleno de amor al hombre. Todo el que vea en Dios un aliado del hombre se sentirá atraído hacia Jesús. Es el mismo argumento usado antes (5,35s) para mostrar que sus obras eran un testimonio dado por el Padre.
El universalismo de las expresiones de Jesús anuncia que la nueva comunidad no será una continuación ni una restauración de Israel como pueblo (cf. 4,21); estará abierta a todo el que escuche y aprenda del Padre, a todos los hijos de Dios dispersos (cf. 11,52).
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