<<que tú eres el Consagrado por Dios>>.
La consagración se identifica con la plenitud del Espíritu (1,32) con que el Padre selló a Jesús (6,27; cf. 10,36). La expresión es título mesiánico que responde a la revelación mesiánica de los panes (6,13 Lect.). Por ser la unción de Jesús como Mesías el mismo Espíritu de Dios, es el Hijo de Dios, como había declarado Juan dando testimonios de su visión (1,34), la presencia de Dios en el mundo. Ambos títulos (Mesías e Hijo de Dios), que se aplicaban al rey de Israel (Sal 2,2.7), se verifican en Jesús de manera única. Así lo afirmará Jesús de sí mismo ante la comisión que lo interroga sobre su carácter mesiánico (10,24.36). El título <<el Consagrado por Dios>> reúne, ahora, todo lo que es Jesús y excluye el Mesías político que los discípulos se imaginaron (2,17; 6,15). Jesús, el Consagrado con el Espíritu, vive por el Padre (6,57) y realiza libremente su designio (4,34; 5,30; 6,38; 13,3; 17,18s); la nueva comunidad, <<su reino>>, estará constituida, a su vez, por los que libremente acepten su mensaje (18,37b). No será un rey hecho por ellos (6,15), a la imagen de <<la carne>>, sino por Dios, con el sello del Espíritu (6,27).
No hay comentarios:
Publicar un comentario