<<Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él>>.
La adhesión a Jesús no queda en lo externo. Él no es un modelo exterior que imitar, sino una realidad interiorizada. Esta comunión íntima cambia el medio interior del discípulo. Produce la sintonía con Jesús, y hace vivir identificado con él.
Aparece por primera vez la expresión <<seguir conmigo/en mí>>, que constituirá uno de los motivos principales en la imagen de la vid como nueva comunidad humana (15,4.5.7). Allí, permanecer en la vid equivale a permanecer en el amor (15,9: seguid en ese amor mío). Esa unión activa del discípulo con Jesús se expresa ahora con la metáfora del comer y beber. Esto muestra que la adhesión a Jesús es siempre una adhesión de amor, que establece una comunión de vida.
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