sábado, 2 de julio de 2022

Jn 6,49-50

 <<Vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero murieron; éste es el pan que baja del cielo para comerlo y no morir>>.

Vuelve Jesús al tema del maná, para mostrarles que aquel pan, por prodigioso que ellos lo considerasen, no comunicaba vida verdadera. Es de notar, en primer lugar, que Jesús no se identifica con la tradición judía: <<Vuestros padres>> no son los de él; la salvación que él trae está destinada a la humanidad entera (3,16s; 4,22), no a un único pueblo Jesús se independiza de sus orígenes. Ellos han mencionado a su padre y a su madre (6,42); él habla únicamente de <<mi Padre>>. Pero tener a Dios por Padre (= haber bajado del cielo, 6,41.42) no es incompatible con su origen humano, al contrario: la universalidad del <<Padre>> hace de su realidad humana medio de comunión con la humanidad entera.

<<Nuestros padres>>, así había llamado la gente a los israelitas que, en el éxodo, atravesaban el desierto (6,31). Jesús les recuerda que aquéllos, a pesar de comer el maná, murieron. Su muerte no fue solamente una muerte física, sino la privación de la tierra prometida, del reposo que esperaban; era, por tanto, el fracaso definitivo (Nm 14,21-23; Jos 5,6; Sal 95,7ss).

Con el antiguo maná, la generación salida de la esclavitud no logró llegar a su meta. Para ellos, el éxodo fue la ruina. El pueblo constituido en el Sinaí no alcanzó su objetivo. La comunidad humana que funda Jesús tiene, en cambio, plena posibilidad de éxito. Por la asimilación a él, sus miembros van a gozar de una vida que no puede destruirse, la que asegura el éxito de su empresa. Su tierra prometida será una realidad para todo el que lo siga.

En los tres pasajes citados (Nm 14,21-23; Jos 5,6; Sal 95,7ss), el motivo de aquella muerte que los privó para siempre de la tierra que manaba leche y miel (Jos 5,6) fue no escuchar la voz de Dios. Se encierra aquí un aviso de Jesús a sus interlocutores. Son ellos ahora los que no escuchan al Padre y por eso no se acercan a él. El Padre ofrece el nuevo pan, que es Jesús. Sólo quien lo come alcanzará su meta. La asimilación a Jesús (comer) evita el fracaso del hombre (para comerlo y no morir).

Este pan baja del cielo sin cesar. La imagen continúa la del maná (Éx 16,4: Yo haré llover pan del cielo), aludiendo a la incesante comunicación de vida procedente de Dios, el Espíritu (cf 6,33), que fluye a través de Jesús (6,35) y es comunicado por él. La continuidad señalada por el presente (baja del cielo) corresponde a la disponibilidad permanente del don, que el hombre ha de hacer suyo en un momento determinado (aoristo: phagê).

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