Y añadió: <<Por eso os he estado diciendo que nadie puede llegar hasta mí si el Padre no se lo concede>>.
Jesús enuncia este principio de cuatro maneras diferentes: Todo lo que el Padre me entrega llega hasta mí (6,37); Nadie puede llegar hasta mí si el Padre ... no tira de él (6,44); Todo el que escucha al Padre y aprende se acerca a mí (6,45); Nadie puede llegar hasta mí si el Padre no se lo concede (6,65).
Se puede adquirir ahora una visión de conjunto de estos cuatro dichos de Jesús. En ellos cobra gran relieve la actividad del Padre, descrita como entregar (6,37), tirar (6,44), hablar/enseñar (implícitos en 6,45), conceder (6,65).
De estas acciones, tirar, que terminará en entregar, tienen como término Jesús (tirar hacia él, entregarle) y como objeto al hombre (que es arrastrado, entregado). Las otras dos acciones tienen como término al hombre (a quien se habla/enseña o concede).
La sucesión lógica es la siguiente: la primera se dirige al hombre: hablar/enseñar. Se describe así el ofrecimiento universal que hace el Padre (6,45: Serán todos discípulos de Dios), invitando a la plenitud de vida, objetivo del proyecto creador, que se encuentra en Jesús. A esta invitación, el hombre ha de responder (6,45: escuchar/aprender) usando su libertad. Esta actividad del Padre se dirige, por tanto, al hombre, y tiene como objeto Jesús.
A la respuesta positiva del hombre, sucede la actividad del Padre descrita como tirar, que indica en términos de atracción el impulso interior hacia Jesús que él suscita en el hombre. El término de este movimiento es el encuentro con Jesús (6,65: llegar hasta él), que es concedido por el Padre al que se ha dejado atraer. El encuentro con Jesús en esa docilidad al Padre se identifica con la recepción del Espíritu, que realiza la entrega del hombre a Jesús por parte del Padre.
Quien se cierra al Espíritu, quedando en la esfera de <<la carne>>, rechaza el don del Padre y no llega nunca hasta Jesús. Es el caso de los discípulos que desertan. Han aceptado a Jesús en la esfera de la <<carne>>, según la concepción triunfal del Mesías-rey, y rechazan el Espíritu, es decir, el dinamismo del amor leal que lleva a Jesús a dar su vida para comunicarla al hombre.
Los discípulos, que habían limitado su visión al horizonte de <<la carne>>, es decir, al hombre sin Espíritu, no aceptaban la propuesta de Jesús por considerarla insoportable (6,60), excesiva para la fuerza humana. Jesús los había invitado a superar esa visión, advirtiéndoles que sólo el Espíritu da la vida (6,63). Ahora lo confirma. Nadie puede llegar hasta él sino a través del Espíritu.
Este dicho de Jesús expresa la imposibilidad de seguirlo antes de su muerte, pues sólo entonces el Espíritu será comunicado (7,39). Un pasaje paralelo se encuentra en 13,33ss, un contexto donde aparecen igualmente las figuras de Judas y Simón Pedro (13,21-32.36-38). Sobre los paralelos entre los caps. 6 y 13.
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