domingo, 31 de julio de 2022

Jn 7,28a

 Gritó entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo: <<¿Conque sabéis quién soy y sabéis de dónde procedo? Y, sin embargo, no he venido por decisión propia, sino que hay realmente uno que me ha mandado>>.

Jesús estaba enseñando. Ante aquellas creencias fantásticas que impiden a la gente reconocerlo como Mesías, reacciona enérgicamente para refutarlas. Opiniones que al principio fueron intentos de entender y explicar el plan de Dios se han convertido en verdades indiscutibles. En nombre de una interpretación, de una tradición, dictan a Dios la manera de actuar, le planean el futuro. Su acción tendrá que acomodarse a las creencias, o no se reconocerá por suya. Se elimina la espontaneidad del Espíritu, y no se reconoce su voz (3,8). El hombre perderá la verdadera oportunidad de poseerlo, cuando se presente como don libre de vida fuera de la red tejida por el hombre mismo. Tal va a ser la situación del pueblo destinatario de las promesas (12,40).

El grito de Jesús recuerda el de la Sabiduría (Prov 1,21s): (La Sabiduría) <<grita en lo más ruidoso de la ciudad, y en las plazas públicas pregona: ¿Hasta cuándo, inexpertos, amaréis la inexperiencia, y vosotros, insolentes, os empeñaréis en la insolencia, y vosotros, necios, odiaréis el saber?>>. Este aviso será continuado en 7,34: Me buscaréis, pero no me encontraréis (Prov 1,28). Jn presenta la actividad docente de Jesús (cf. 7,14ss.28; 8,20) como la de la Sabiduría que enseña (Prov 1,23ss.29).

Ellos piensan conocer a Jesús y saber su origen, mientras, como se ha visto, según las creencias, al Mesías no se le reconocería hasta el momento de su manifestación y su procedencia, como ellos piensan; su autenticidad depende únicamente de que sea enviado por Dios (no he venido por decisión propia), el portador del Espíritu (cf. 1,32: Tampoco yo sabía quién era, etc.), cuya actividad se reconoce en obras. El Mesías liberador ha de reconocerse porque da libertad al oprimido (5,36s; 7,18). Esta es la única condición que puede requerirse; si ellos no lo reconocen en Jesús es por haber subordinado la realidad de Dios y de su plan a sus propios prejuicios.

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