martes, 5 de julio de 2022

Jn 6,51b

 <<Pero, además, el pan que yo voy a dar es mi carne, para que el mundo viva>>.

Pasa de la figura del maná a la del cordero, sin salirse de la simbología del Éxodo (Pascua) (cf. 1,29.36). Ambos términos pertenecen al campo semántico del alimento.

Jesús recoge la objeción inicial de los Judíos. Su don es <<su carne>>; es decir, el Espíritu no se da fuera de su realidad humana: <<su carne>> lo manifiesta y lo comunica. No hay don de Espíritu donde no hay don de la <<carne>>. A través de ella, el don de Dios se hace concreto, histórico, adquiere realidad para el hombre.

Por tanto, <<la carne>> de Jesús no es sólo el lugar donde Dios se hace presente (1,14), sino que se convierte en el don de Jesús al mundo, don del amor del Padre (3,16). Es así una presencia que busca un encuentro, que es voluntad de comunicación por parte de Dios. Dios entabla esta comunión con el hombre en el plano humano, en Jesús y por su medio.

La objeción de los Judíos (6,42) reflejaba el escándalo que provoca el Hombre-Dios. Mientras Dios pone todo su interés en acercarse al hombre y establecer comunión con él, éste tiende continuamente a alejarlo de su mundo, situándolo en una esfera cerrada y trascendente; Dios, por el contrario, abre esa esfera en Jesús (1,51: veréis el cielo quedar abierto), para comunicarse y vivir con el hombre (14,23).

La palabra creadora de Dios enuncia su voluntad de diálogo con la humanidad. Es palabra eficaz que se expresa en la obra creada (1,3) y contiene para el hombre un mensaje de vida (1,4). Como voluntad de comunión, se hace realidad humana (1,14) que manifiesta y comunica a Dios mismo, amor leal (1,14-17). El hombre Jesús, la Palabra hecha carne, contiene como significado la gloria del Padre (el Espíritu-amor). En él Dios se expresa en la historia; es en el hombre y en el tiempo donde se encuentra a Dios, donde se le ve y se le acepta o rechaza. No está Dios en <<el más allá>>, se ha hecho presente en Jesús. No existen dones divinos que no tengan expresión en la <<carne>>. Dios da su Espíritu, pero es su <<carne>> la que lo expresa y contiene. A los Judíos, que piensan en el Dios <<del más allá>>, la carne les escandaliza. No creen que Dios pueda ser visto y tocado, Dios, sin embargo, quiere entrar en el campo de la experiencia humana.

Jesús dará su carne para que el mundo viva. La expresión supone que la humanidad carece de vida. La universalidad de la expresión está en paralelo con 1,29: el que va a quitar el pecado del mundo; la vida se opone al pecado y el pecado se quita con el don de la vida. Está también en paralelo con 3,16: así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca. El don de la vida se ofrece a todos y se comunica en el don de la carne, la realidad humana de Jesús.

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