martes, 5 de julio de 2022

Jn 6,58

 <<Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de éste vivirá para siempre>>.

Se cierra el tema del maná, comenzado en la perícopa anterior (6,31) y recogido en la primera parte de esta sección (6,41.49.51). Existen dos panes del cielo: uno, falso, el maná, y otro verdadero, su persona. El primero no consiguió completar el éxodo, no llevó a los que lo comieron hasta la tierra prometida (cf. 6,49); el éxodo de Jesús, en cambio, llega a su fin: quien come pan de éste vivirá para siempre.

Este pan, nuevo maná, ha bajado del cielo (cf. 6,57: como a mí me envió el Padre). Jesús se refiere ahora a sí mismo como dador del Espíritu (cf. 6,33.34), disponible para el hombre.

Habla en esta perícopa de la nueva comunidad humana, que ha de llegar a la tierra prometida, a diferencia de la que se constituyó en el Sinaí, que murió en el desierto. Sin embargo, cada vez que hace alusión a su seguimiento (comer/beber) se refiere al individuo, no a la comunidad. Para él, su comunidad no es <<gente>> ni <<multitud>> (6,5), sino hombres, adultos (6,10), donde cada uno hace su opción personal y libre y tiene su propia responsabilidad en el seguimiento y en la asimilación.

Jesús ha expuesto la condición para crear la sociedad que Dios quiere para el hombre, la única que le permitirá una vida plenamente humana y cumplir el proyecto de Dios sobre la creación: es el amor de todos y cada uno por todos, sin regatear nada. Él da al hombre la posibilidad de ese amor y de esa vida.

Al final de la escena no se registra acción alguna por parte de los Judíos que habían criticado a Jesús (6,41). Al evangelista interesa solamente subrayar su incomprensión. Todo el episodio está dirigido, en realidad, al círculo de creyentes, para aclarar el sentido de la adhesión al Mesías, explicar el programa de Jesús y el de la comunidad e interpretar la eucaristía.

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Jn 21,24-25

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