Pero nadie hablaba de él en público por el miedo a los dirigentes.
Hay simpatizantes y enemigos de Jesús, pero domina el miedo a las autoridades (cf. 9,22). La gente conoce la postura de éstas respecto a Jesús y no se atreve a expresar opiniones en voz alta. Aparece aquí la presión que ejercían los dirigentes sobre la opinión pública. Quien se pronuncia en contra de ellos puede estar sujeto a sanciones. El pueblo no tiene libertad para expresarse.
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