Les repuso Jesús: <<¿No os elegí yo a vosotros, los Doce? Y, sin embargo, de vosotros, uno es enemigo.
La respuesta de Jesús a la declaración de Simón Pedro, hecha en nombre de todos e intachable en el plano de la formulación, no es entusiasta; al contrario, marca su reserva. Ante esa profesión de fe recuerda con ironía la traición de uno de ellos. Para Jesús, las palabras no dan la medida de la fidelidad del hecho. Pedro, a la hora de seguirlo, será incapaz de hacerlo (13,36ss). Lo hará sólo cuando acepte la muerte de Jesús, porque entonces estará dispuesto a aceptar su propia muerte por las ovejas (21,19); esto ya no será solamente una frase, sino un hecho que dará sentido a su vida. Para ser verdadero discípulo no basta la adhesión de principio hay que atenerse en la práctica al mensaje de Jesús (8,31).
El grupo de los Doce no es compacto. La frase de Jesús reviste un carácter de advertencia a la comunidad cristiana: puede haber miembros que no sólo no acepten el mensaje, sino que sean aliados, manifiestos u ocultos, del <<mundo>> enemigo de Jesús (7,7).
Hace notar que el hecho de haber sido elegido por él no garantiza la permanencia ni la fidelidad. Su elección no fuerza en absoluto la libertad del grupo, como lo ha mostrado con su pregunta: ¿Es que también vosotros queréis marcharos? (6,67). Pero incluso la adhesión del grupo (6,69: nosotros) no garantiza la adhesión personal de cada miembro. Cada uno es responsable de sí mismo.
No ha aparecido en este evangelio la elección de los Doce a que se refiere Jesús. Tampoco se da nunca la lista de los que los componen. Mencionados por sus nombres, aparecen en este evangelio siete discípulos: Andrés y Simón Pedro (1,40), Felipe (1,43), Natanael (1,45), Tomás (11,16), Judas Iscariote (6,71) y el otro Judas (14,22); además, sin nombre propio los hijos de Zebedeo (21,2). José de Arimatea fue discípulo clandestino (19,38).
Sólo Judas Iscariote (6,71) y Tomás (20,24) son incluidos explícitamente en el grupo de los Doce. Hay que añadir, naturalmente, a Simón Pedro, que se hace su portavoz (6,68). Estas imprecisiones y la ausencia de una lista hacen de este número en Jn un símbolo de la comunidad cristiana en su conjunto, el número de la nueva comunidad como opuesto al del antiguo pueblo, Israel, al que se había aludido con la mención de los doce cestos de sobras en el reparto de los panes (6,13). Muestra el vínculo de su comunidad con el antiguo Israel, en cuanto es heredera de las promesas (4,37-38 Lect.).
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