miércoles, 25 de agosto de 2021

Jn 2,6

 Estaban allí colocadas seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los Judíos; cabían unos cien litros en cada una.

Se interrumpe la narración para señalar la presencia de las tinajas destinadas a la purificación. La descripción es minuciosa: se precisa su número (seis), el material de que estaban hechas (de piedra) y su capacidad, unos cien litros (literalmente, de 80 a 120 litros cada una); con esto resultan prácticamente inamovibles. La expresión estaban allí colocadas acentúa su estaticidad y su fijeza; su finalidad (destinadas a la purificación de los judíos) se coloca en el centro de la frase, para darle todo su relieve. Las tinajas, enormes y ocupando narrativamente el centro del episodio, lo dominan; ellas presiden la boda/alianza.

El determinativo de piedra evoca inmediatamente las tablas o losas de piedra en que fue escrita la Ley; ser la piedra es precisamente el epíteto constante que se les aplica (Ex 31,18; 32,15; 34,1.4; Dt 4,13; 5,22; 9,9.10.11; 10,1.3; 1 Re 8,9). Con estas tinajas, Jn representa la Ley de Moisés, código de la antigua alianza. En relación con el cambio de alianza, la piedra recuerda también el texto de Ezequiel: <<Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os dará un corazón de carne>> (36,26). A la ley de piedra, la antigua alianza, corresponde el corazón de piedra, sin amor.

La finalidad de las tinajas, la purificación, era un concepto que dominaba la Ley antigua. Esta Ley creaba con Dios una relación difícil y frágil, mediatizada por ritos. La necesidad continua de purificación procedía de la conciencia de impureza, es decir, de indignidad, creada por la Ley misma. Esta obsesión con la indignidad del hombre ante Dios explica la posición central de este versículo en el episodio de la boda y la insistencia en la capacidad y estabilidad de las tinajas. Ellas son el personaje central, que invade el espacio.

La necesidad continua de purificación revela un Dios susceptible, que rechaza al hombre por cualquier causa. La Ley no refleja su verdadero ser (1,17 Lect.), pues a través de ella no puede percibirse su amor; la Ley propone la imagen de un Dios impositivo, celoso guardián de su distancia respecto al pueblo y al individuo, y que no pierde ocasión de subrayarla.

En estas condiciones, cuando, según la Ley, Dios está continuamente alejando al hombre de sí, y, en consecuencia, el hombre se siente siempre indigno, sometido a un esfuerzo constante de reconciliación con él, no puede existir amor. Ni se manifiesta el amor de Dios al hombre, ni éste se siente unido a Dios por un vínculo de amor, sino de temor y dependencia. La Ley no es mediación, sino obstáculo. Es ella, por tanto, la que hace faltar el vino en esta boda, o el amor en esta alianza.

Las purificaciones son calificadas de los Judíos, los dirigentes del régimen o sus adictos.

Era el sacerdocio el mediador de la purificación legal (Lv 12-16). Ésta, por tanto, que se apoyaba en la conciencia de pecado creada por la Ley, era un instrumento de poder en manos de los dirigentes, con el que tenían sometido al pueblo (5,10 Lect.).

No se dice, sin embargo, que las tinajas contuvieran agua. De hecho, tendrán que ser llenadas siguiendo la orden de Jesús. El aparatoso ritual purificatorio está vacío. Las purificaciones, prescritas por la Ley, eran sólo aparentes y, por lo mismo, inútiles e ineficaces; no era realmente medio de restaurar la relación con Dios. El sistema religioso propugnado por los Judíos es, al mismo tiempo, opresor (conciencia constante de pecado, tinajas de piedra) e ineficaz (ausencia de agua). Existe sólo lo externo, sin contenido real.

El número seis es la cifra de lo incompleto, por oposición al siete, que indica la totalidad. Seis será el número de las fiestas judías registradas en el evangelio (tres Pascuas: 2,13; 6,4; 11,55; una fiesta anónima: 5,1; la fiesta de las Chozas, 7,2; la de la Dedicación del templo 10,22), indicando también su carácter de provisionalidad, pues van a ser sustituidas por la pascua de Jesús preparada con su muerte (19,42 Lect.). La actividad de Jesús se desarrolla el sexto día, precisamente porque la creación no está acabada. El número de seis tinajas indica de nuevo la ineficacia de la purificación y la imperfección de la Ley, que no alcanza su objetivo de unir al hombre con Dios.

Es la Ley, por tanto, la que produce la tristeza de la antigua alianza, donde falta el vino del amor. La primera señal que va a realizar Jesús, el nuevo Esposo, anunciará el cambio de alianza y la supresión del antiguo código legal. Lo hace ofreciendo una muestra de su vino.

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