Los fariseos le replicaron: <<Tú haces de testigo en causa propia, tu testimonio no es válido>>.
Los fariseos, que hasta entonces habían actuado unidos a los sumos sacerdotes (7,32.45ss), se enfrentan ahora directamente con Jesús. Son ellos los que se han negado a reconocerle cualquier misión divina, no ya la del Mesías, sino incluso la de profeta (7,52), considerándolo un impostor (7,47) y habiendo hecho lo posible por detenerlo (7,32.45).
La declaración de Jesús les ha tocado en lo vivo y reaccionan inmediatamente intentando descalificarla. Ellos, los profesionales de la Ley, no pueden tolerar que Jesús se arrogue títulos que lo pongan por encima de ella. Objetan que su declaración no tienen aval y, por tanto, no es admisible. Le atribuyen un carácter polémico y se sienten atacados, porque derriba el sistema legal que ellos defienden. Al dañar los intereses de ellos, estiman que Jesús, con su declaración, abre un litigio; éste habría de ser dirimido en forma judicial, y en tal caso el testimonio de Jesús sobre sí mismo carece de valor jurídico (cf. Dt 19,15: No es válido el testimonio de uno solo contra nadie).
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