domingo, 2 de julio de 2023

Jn 18,13

 <<y lo condujeron primero a presencia de Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquel>>.

Anás había sido sumo sacerdote en los años 6-15 d.C., y sus cinco hijos ocuparon el cargo después de él. Su ambición, riqueza y codicia eran conocidas. Era el jefe de la familia, que manejaba los hilos entre bastidores, el personaje más importante entre las autoridades del tiempo.

Jn aplica el título de sumo sacerdote a Anás (18,15.16.19.22) y a Caifás (18,13.24). De hecho, aunque hubiesen sido depuestos, los sumos sacerdotes conservaban el título y los privilegios del rango.

También en Hch 4,6 se llama a Anás <<el sumo sacerdote>>. Era título de cortesía, atestiguado por la Misná y Josefo, aunque también podía pesar la razón de que, siendo el cargo de suyo vitalicio (Nm 35,24), no se aceptaba la destitución hecha por los romanos. Se trata aquí del sumo sacerdote primado, pues la denominación se aplicaba también a los miembros de las familias de la aristocracia sacerdotal que ocupaban los cargos principales de la administración del templo (cf. 7,32.45; 11,47.57; 12,10; 18,3).

Sin embargo, la intención del evangelista va más allá del puro dato histórico, como lo muestra la razón que aduce: porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquel. La causal porque no se explica a primera vista, habría bastado un relativo o equivalente: <<que era suegro>>. Lo mismo la precisión sobre Caifás, ahora repetida por tercera vez: sumo sacerdote el año aquel (cf. 11,49.51). Se establece así una oposición entre lo efímero del sacerdocio en cargo (posible alusión a las frecuentes destituciones por intervención del poder romano) y el vínculo permanente entre Anás y Caifás: suegro. No siendo Caifás hijo de Anás, el evangelista menciona la relación suegro-yerno, la más cercana a la de padre-hijo. Alude sin duda a 8,44: Vosotros procedéis de ese padre que es el Enemigo y queréis realizar los deseos de vuestro padre. Él ha sido homicida desde el principio, y nunca ha estado en la verdad, porque en él no hay verdad; cuando expone la mentira, le sale de dentro, porque es mentiroso y el padre de la mentira.

Allí denunciaba Jesús que, detrás de los dirigentes judíos a quienes se dirigía, había una fuerza que inspiraba su perverso modo de obrar (7,7). Se la ha llamado de diversas maneras: el Enemigo (8,44; 13,2 Lects.), Satanás (13,27), el Perverso (17,12). Representa el dinero-poder, principio inspirador de la institución judía apoyada en el ingente capital del templo (8,20 Lect.). A esta realidad de poder y ambición sirven los dirigentes, representados por Caifás, el sumo sacerdote en cargo, jefe del círculo de poder (<<el jefe del mundo>>). Ella permanece, ellos son transitorios. De ahí la insistencia en que Caifás era sumo sacerdote el año aquel. En su cargo oficial, es un agente del dios del sistema, el dinero-poder (2,16: no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios), y ejecutor de sus designios de mentira y muerte (18,14). Anás es figura de la ambición de dinero y poder que mueve las acciones de los dirigentes. Caifás ha sido públicamente el promotor de la condena de Jesús (11,49) y será su ejecutor (18,24: Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote).

De hecho, en griego, existe un juego etimológico entre el jefe (ho arkhôn) del mundo, por una parte, y por otra, el sumo sacerdote (ho arkhiereus, el sacerdote jefe), la figura del maestresala (2,8.9: ho arkhitrilinos, el jefe del banquete), que en la escena de Caná simbolizaba a los dirigentes del pueblo, y la denominación <<los jefes>> (hoi arkhontes, 7,26.48; 12,42), aplicada a los miembros del Consejo. Todos los <<jefes>> dependen de <<el jefe del mundo>> u orden político-religioso; pero éste sigue en su manera de actuar la inspiración del que manda entre bastidores, el dinero-poder, personificado en esta perícopa en Anás.

Esta es la razón de que sea Anás el personaje judíos que trata con Jesús (porque era suegro de Caifás). En este momento se descubre la realidad de aquella institución, dirigida por <<el Enemigo>> del hombre. Caifás, que detenta el poder, es su instrumento: el año aquel.

Al identificar al Enemigo con el sumo sacerdote (18,19), denuncia Jn la institución religioso-política como el máximo enemigo del hombre y, en consecuencia, de Dios, el mayor obstáculo a la realización de su designio (19,7 Lect.). Pero al colocar la figura del <<comandante>>, jefe de las tropas romanas, entre los que entregan a Jesús a Anás, muestra que todo poder tiene por padre el mismo principio explotador (19,11b Lect.).

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