jueves, 19 de agosto de 2021

Jn 1,25

 y le hicieron esta pregunta: <<Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres tú el Mesías ni Elías ni el Profeta?>>.

Las respuestas negativas desconciertan a la comisión, pues al no identificarse con ninguno de los personajes previsibles y pretender, sin embargo, ser enviado de Dios, Juan parece colocarse fuera de la tradición de Israel. Ya que no invoca títulos tradicionales, quieren saber la razón de tal bautismo y a título de qué lo hace. Vuelven a enunciarse los tres personajes: el Mesías, Elías, el Profeta. El autor quiere mostrar a sus contemporáneos que Juan no se atribuía ninguno de esos papeles. Serán los que después de la llegada de Jesús sigan llamándose discípulos de Juan quienes quieran atribuírselos (3,25 Lect.), ignorando sus repetidas declaraciones.

La pregunta que hacen a Juan es casi una acusación: lo tratan de usurpador. Se menciona por primera vez su actividad como bautista, y era ésta la que provocaba la alarma de las autoridades (Entonces, ¿por qué bautizas?). El hecho de bautizar estaba asociado de algún modo a las tres figuras mencionadas.

El bautismo o inmersión en agua era un símbolo utilizado en la vida religiosa y en la civil. Dentro de la institución religiosa se usaba como rito de purificación; por ejemplo, para un enfermo curado de su enfermedad (Lv 14,8) o para los que habían incurrido en faltas legales de carácter sexual (Lv 15,16.18); era rito simbólico correspondiente a la idea primitiva de la mancha, y el baño tenía sentido de lavado. En la vida civil, y en la conversión religiosa, por el contrario, figuraba ante todo el cambio de estado. El simbolismo subyacente era el de muerte, y el bautismo significaba sepultar un pasado para empezar una vida diferente.

Existía, por ejemplo, el baño/bautismo que indicaba el paso de la esclavitud a la libertad. Lo mismo para los prosélitos del judaísmo, significando el abandono de las prácticas y creencias religiosas anteriores y la adhesión a las judías; en Jerusalén solía practicarse en la piscina de Siloé (cf. 9,7.11). El bautismo expresaba en estos casos un cambio de lealtades o de dueño. Su carácter preciso estaba especificado por la circunstancia.

A la luz de este significado del bautismo/baño, se entiende el del bautismo de Juan. Este venía a dar testimonio de la luz, para que, por su medio, todos llegasen a creer. Pedía así la adhesión a la vida-luz, es decir, a la persona del Mesías, que comportaba la ruptura con la tiniebla/muerte. Era un bautismo de afiliación.

A diferencia de los bautismos/baños ordinarios, aparece en este caso, tanto en Jn como en los sinópticos, la figura del <<bautizador>>: Recibir el bautismo de manos de Juan significaba reconocerlo por enviado de Dios y aceptar su mensaje. Se ve aquí la razón del interrogatorio de Juan, donde las tres figuras que se mencionan se consideraban investidas de misión divina. De ahí la pregunta irritada de los fariseos: Entonces, ¿por qué bautizas? Pensaban haber agotado los casos posibles de enviados de Dios y, comprendiendo que el bautismo de Juan pide la ruptura con las instituciones, pretendiendo tener misión divina, le piden una explicación.

El bautismo de Juan aparece como símbolo de un movimiento que aviva o cristaliza el descontento existente respecto a las instituciones. Era un profesión pública del cambio de lealtad y el símbolo de una liberación. La misión de Juan incluía la denuncia de las autoridades y la emancipación del pueblo sometido a ellas, dando su adhesión al Señor que viene (1,23). Esto hace de Juan propugnador y centro de una expectación que va reclutando adeptos. Empieza a verificarse la opción por la Luz de los que viven en tinieblas (1,5.9), se suscita el deseo de pasar de la muerte a la vida.

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