Declaró: <<Yo, una voz que grita desde el desierto. ´Enderezad el camino del Señor´>> (como dijo el profeta Isaías).
Juan pronuncia su declaración positiva. Ellos le han pedido que hable de sí mismo, pero él se define como una mera voz, anunciada desde antiguo.
<<Voz>> es término relacional que supone oyente; lo importante es su contenido, dirigido en este caso a las autoridades, pues Juan da a la comisión la respuesta que ha de transmitir (1,22: tenemos que llevar una respuesta). Juan, como voz, no habla de sí, sino de ellos; sus palabras son un apremio y, al mismo tiempo, una denuncia. Al identificarse con la voz anunciada por Is 40,3, Juan conecta con la tradición profética, se hace representante de ella en este momento. Él es el profetizado por Isaías, que transmite el mensaje escrito por el profeta. El Señor va a recorrer su camino y debe encontrarlo libre de obstáculos.
El texto del profeta no está citado a la letra (Is 40,3 LXX: <<preparad el camino del Señor, enderezad las sendas de nuestro Dios>>; cf. Mt 3,3; Mc 1,3). Juan niega a los dirigentes toda misión preparatoria; los exhorta solamente a quitar los obstáculos que ellos mismos han puesto.
Los que han torcido el camino del Señor son, por tanto, las autoridades judías de Jerusalén a cuyos representantes habla Juan. Para los jefes de la institución judía, Juan tiene este único mensaje. Son ellos los que crean obstáculos al Señor y los que deben eliminarlos (2,16 Lect.). Desde este momento, Jn representa a las autoridades como opuestas al Señor que viene, que se identificará con Jesús, aquel cuya gloria vio Isaías mismo (12,41).
El pasaje de Is 40,3 se encuentra en el contexto de un éxodo liberador. Es el Señor quien, caminando a la cabeza de su pueblo, va a sacarlo de la esclavitud de Babilonia (40,1-11). Los dirigentes, por tanto, impiden la liberación que el Señor quiere hacer, manteniendo al pueblo en la esclavitud. Se oponen a la luz-vida de la que Juan da testimonio, son tiniebla (1,5).
La apelación de Juan al texto de Isaías será infructuosa, pues para los dirigentes judíos los profetas han muerto (8,53). Hay una sola voz que ellos escuchan, la de Moisés en la Ley (3,31); aunque no la cumplen (7,19), se profesan sus discípulos (9,28), pues han hecho de ella un instrumento de su poder (2,6 Lec.; 5,10).
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