jueves, 6 de julio de 2023

Jn 18,37b

 <<Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad>>.

Explica Jesús su función como rey, que deriva de la calidad de su realeza; no consiste en dominar o gobernar, al estilo de los reyes de este mundo, sino en dar testimonio de la verdad. Con estas palabras condensa Jesús ante el juez el significado de su vida y actividad.

Yo para esto he nacido es frase que se relaciona con 3,6.8: del Espíritu nace espíritu ... Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu. Jesús ha recibido la plenitud del Espíritu (1,32s), que es el Espíritu de la verdad (14,17; 15,26; 16,13), por eso su misión es dar testimonio de la verdad. Pero la frase está también en relación con varias designaciones utilizadas en el evangelio: el únicos Dios engendrado (1,18), el Hijo único (1,14; 3,16.18) y, más en general, el Hijo de Dios (1,34, etcétera) o simplemente el Hijo (3,35, etc.). Implícitamente se une aquí la idea mesiánica con el Espíritu que habita en Jesús y lo hace Hijo de Dios (1,32-34; 10,36).

La frase: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (cf. 16,28: Salí del Padre y he venido al mundo), expone la misión en términos de posterioridad respecto al nacimiento. Es solamente posterioridad lógica: nacimiento y misión se identifican con la bajada del Espíritu sobre Jesús (1,32; cf. 10,36); es ella la que realiza en él el proyecto creador y lo constituye Hijo de Dios (1,34); es al mismo tiempo su consagración para la misión mesiánica (10,36 Lect.).

Haber venido al mundo es frase que se aplica dos veces a la luz (3,19; 12,46); la segunda vez, Jesús la refiere explícitamente a su persona. La verdad de que da testimonio, que es él mismo (14,6), se identifica, por tanto, con la luz, el resplandor de la vida (1,4).

En el evangelio, el testimonio de Jesús se refería: a lo que hemos visto (3,11), a lo que ha visto personalmente y ha oído (3,32), a su denuncia del mundo por su modo de obrar perverso (7,7) y a su  misma persona en relación con su misión (8,14). En su aspecto positivo, la verdad de que Jesús da testimonio es, por tanto, su propia experiencia (3,11.32; 8,14b Lect.), la del Espíritu que es vida y amor. Poseyendo él la plenitud del Espíritu, él mismo es la vida y, en consecuencia, la verdad (14,6). Es la verdad del amor de Dios al mundo (3,16), manifestado en su persona y actividad; su misión revela la vida que él tiene y comunica. Así es Jesús la verdad sobre Dios, por manifestar su amor, y la verdad sobre el hombre, por ser la realización del proyecto de Dios sobre él. De esa verdad da él testimonio.

Sin embargo, la forma verbal que se encuentra en el texto concentra en un acto su testimonio: será su muerte en la cruz la que resuma y haga culminar todo el testimonio de su vida. Ella será su obra máxima, que dará el máximo testimonio (5,36); será la suprema manifestación de la gloria (17,1) y terminará la realización del proyecto creador (19,30).

La frase de Jesús: para esto he venido al mundo, muestra que su misión se realiza en la historia. Su realeza se diferencia de la del <<mundo>> como sistema injusto, pero se ejerce necesariamente dentro de la historia humana; es más, viene a dar su verdadera orientación a esa misma historia, porque su misión se inserta en la obra creadora para darle remate (5,17; 19,30a Lects.). Concuerda esto con la petición de Jesús al Padre en la Cena: no te ruego que te los lleves del mundo, sino que los guardes del Perverso (17,15).

La comunidad de Jesús, que se encuentra en medio del mundo, no es, por tanto, un refugio que permita al hombre evadirse de la historia, sino que lleva en sí el dinamismo del Espíritu que la consagra para una misión dentro de ella; su actividad será igual a la de Jesús y provocará la misma hostilidad por parte del mundo (15,18ss). Consistirá en promover la realización en los hombres del proyecto creador, liberándolos de las fuerzas que lo sofocan; se construye así el estadio definitivo de la humanidad (20,17 Lect.).

Las dos características de Jesús rey, su renuncia al uso de la fuerza y su misión de dar testimonio de la verdad, muestran cómo ejerce su acción liberadora.

Jesús se encuentra ante un mundo cuyo motor es la ambición de dinero y poder (8,44; 13,2: el Enemigo). Esta ambición da origen a una ideología contraria a la verdad de Dios (8,44: el padre de la mentira; 8,40: la verdad que aprendí de Dios); ella justifica un orden social que priva al hombre de libertad y plenitud de vida en beneficio de los que lo dominan. Cristaliza, por otra parte, en una estructura social injusta (8,23: el orden este / el mundo), respaldada por la ideología. La política del círculo dirigente está inspirada por la misma ambición de dinero y poder (8,44: vuestro padre es el Enemigo), que los hace actuar corporativamente (12,32; 14,30; 16,11: <<el jefe del orden este>>). El pueblo, víctima de este orden social, sufre la opresión (5,3; 10,10a Lects.), sometido por el miedo (7,13; 9,22) y dócil a la enseñanza que se le propone (7,26s; 12,34; cf. 7,48s).

Para sacar al pueblo de la opresión en que se encuentra Jesús no combate el orden injusto oponiendo violencia a violencia (18,36); la opresión tiene como causa última la asimilación de la ideología por el pueblo; Jesús lo libera haciéndole ver la falsedad de lo que creen: no es voluntad de Dios que el hombre sea esclavo, sino libre (8,34-36 Lects.). Sin embargo, a la falsa ideología no enfrenta él otra ideología verdadera, sino la experiencia del amor que comunica vida (8,32: la verdad que hace libres). Realizando <<las obras del Padre>> (10,37) hace descubrir al hombre la verdad sobre Dios y sobre sí mismo: el amor que Dios le tiene y la dignidad y libertad a que lo llama; cambia así su visión de Dios, de sí mismo y del mundo y el hombre comprende la opresión en que ha vivido; abandona entonces la ideología que lo privaba de vida y con ella el <<mundo>> de la injusticia (17,14.16).

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