jueves, 4 de agosto de 2022

Jn 7,52

 Le replicaron: <<¿Es que también tú eres de Galilea? Estudia y verás que un profeta, de Galilea, no sale>>.

Los fariseos no responden a la cuestión planteada por Nicodemo. Ellos, los más activos entre <<los Judíos>>, no pretenden juzgar a Jesús, sino matarlo (7,1.19.25). Su actividad (5,1 ss) los exaspera (7,21) y el odio los gobierna (7,7). No atienden a razones, se atrincheran en su aversión hacia Jesús. En lugar de responder a Nicodemo, lo insultan; lo llaman galileo, como uno del vulgo despreciable. Con sus insultos quieren encubrir su postura. Ellos prescinden de la Ley cuando estorba a sus intereses.

Tratándolo como a un ignorante, recomiendan a Nicodemo que estudie. Llegan a querer apoyar su prejuicio en la Escritura: verás que un profeta, de Galilea, no sale. Están obnubilados por su aversión a Jesús, que pone en peligro su influjo; hay que perseguirlo a muerte. Nótese que ni por un momento hablan de Jesús como Mesías, aunque nadie mejor que ellos, los versados en la Escritura, podían comprender las alusiones contenidas en la declaración anterior. Una parte de la gente lo ha identificado con <<el Profeta>> (7,40). Ellos, a lo más que llegan es a <<un profeta>>, para negarlo rotundamente.

En 5,39 Jesús había afirmado que el estudio de la Escritura debería haber llevado a los dirigentes a darle fe, pues daba testimonio de su persona. Ahora, los fariseos recomiendan a Nicodemo el estudio de la misma Escritura para disuadirlo de tomar partido por Jesús. Se trasluce aquí la controversia entre comunidad cristiana y sinagoga acerca del valor profético de la Escritura. Ésta, como toda señal, es ambigua; su interpretación despende de la disposición profunda del hombre, de los objetivos que se proponga (5,42-44). No en vano ha señalado Jesús la insuficiencia de todo criterio que no sean sus obras en favor del hombre (5,36s); pero incluso éstas no serán entendidas por aquel que no esté de antemano dispuesto a secundar el designio de Dios creador (7,17 Lect.).

SÍNTESIS

Ante la ruina que amenaza, por la situación de injusticia y opresión existente, Jesús propone su alternativa: la nueva comunidad en la que él será el centro como dador del Espíritu. No se puede reformar una sociedad cuyos principios básicos son injustos y se oponen a la plenitud del hombre.

El único principio para construir la sociedad según el designio de Dios es el amor leal. Para ello hace falta un hombre nuevo, el que ha sido completado con la capacidad de amar que sólo Jesús comunica.

Jesús se ha presentado como la Sabiduría que invita a acercarse a ella. Pero lo que él comunica no es un saber teórico, sino el Espíritu, fuerza del amor del Padre. La corriente sapiencial del AT había desarrollado la reflexión sobre el hombre, buscando una norma de conducta moral que lo llevase a la perfección. Jesús da el saber con el don del amor, el único que realmente permite penetrar el significado del hombre, objeto del amor del Padre. El conocimiento que da el amor saca de la ambigüedad a toda sabiduría, impidiéndole convertirse en culto de sí mismo y en instrumento de opresión.

Ante el ofrecimiento, los representantes del poder se endurecen, no toleran este mensaje, que haría cesar las situaciones de privilegio. Su única respuesta es la violencia, usando la Ley como arma represiva.

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