<<Os dejo dicho esto para que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo>>.
Aparece por primera vez en la Cena el tema de la alegría de Jesús, de la que participan los discípulos (cf. 16,20.22.24; 17,3). Se había encontrado ya en el episodio de la samaritana, en relación con el fruto de la misión cumplida (4,36: así se alegran los dos, sembrador y segador). Será desarrollado en 16,20-24, donde la alegría se atribuye al nacimiento del hombre (16,21 Lect.).
Esta alegría <<objetiva>> por el fruto que nace (15,8: mucho fruto) es inseparable de la alegría <<subjetiva>>: el amor practicado produce la experiencia del amor. Jesús, por su entrega a la actividad en favor del hombre (15,10: cumplir los mandamientos del Padre), vive circundado del amor del Padre (me mantengo en su amor); los discípulos, por entregarse como él (cumplir sus mandamientos), viven circundados del amor de Jesús (os mantendréis en mi amor). Pero Jesús comparte con ellos también su propia alegría, la que procede del fruto de su muerte y de su experiencia del Padre, para llevar a su colmo la de los discípulos.
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