<<ya que le has dado esa capacidad para con todo hombre, que les dé a ellos vida definitiva, a todo lo que le has entregado>>.
De Jesús depende el éxito de la obra creadora de Dios, pues sólo a través de él puede comunicarse a los hombres la vida definitiva (5,24.26). Jesús tiene la capacidad de hacer que el hombre nazca de Dios (1,13), dándole así la capacidad de hacerse hijo (1,12).
Al referirse al hombre como <<carne>> lo considera en una condición de vida que es efímera: es el hombre no acabado. Esa condición no se supera si no es <<naciendo de nuevo>>, recibiendo <<de arriba>> el Espíritu, principio de la vida definitiva (3,3.5-6). Al mismo tiempo, con la denominación <<carne>>, Jn evoca el elemento de la solidaridad entre Jesús, el proyecto hecho hombre (<<carne>>) y los demás hombres. Jesús es el hombre que posee enteramente el Espíritu (1,32, cf. 1,14) y puede comunicarlo (7,39). Jesús, <<carne>> más Espíritu, es el proyecto de Dios realizado y es él quien, comunicando el Espíritu que posee, da la posibilidad a los demás hombres (<<carne>>) de participar de su misma condición (1,12.13.16.17).
Todo hombre puede obtener esa vida, aceptando el ofrecimiento que el Padre le hace en Jesús. Por parte de Dios no hay discriminación alguna: será el hombre quien decida su destino (3,17; 12,46s; 15,22-24). Quien, rechazando el amor, rechaza la vida, queda en la muerte.
La comunicación de la vida definitiva indica que el mundo que el judaísmo consideraba futuro está ya presente en la comunidad de Jesús. El reinado de Dios (3,3-5) empieza a realizarse en esta tierra, porque el amor del Padre se manifiesta dando a los hombres la vida propia de la creación terminada (3,15.16; 4,14; 5,24; 6,40.50s.58; 11,25s).
Aparece en este capítulo por última vez la expresión neutra: lo que me has entregado, referida al grupo de sus discípulos (17,2.11.12.24; cf. 6,37.39; 10,29). Esta extraña designación, por la incoherencia sintáctica que crea (falta de concordancia con el plural que precede o sigue), demuestra ser una fórmula estereotipada propia de Jn. El uso del neutro singular para designar al grupo está en relación con el objetivo de la oración <<para que sean uno>> (neutro, 17,11.21.22.23; cf. 10,26.30; 11,52).
Por otra parte, este neutro singular puede ponerse en relación con la denominación <<espíritu>> (pneuma, neutro), aplicada al hombre nacido del Espíritu (3,6: del Espíritu nace espíritu). De este hombre nuevo afirma el evangelista: Aún no había espíritu, porque la gloria de Jesús aún no se había manifestado (7,39). El fruto de la manifestación de la gloria se designa, por tanto, como <<existencia de espíritu>> o como comunicación de la vida definitiva (17,2); ambas expresiones son, por tanto, equivalentes: posee la vida definitiva quien ha nacido del Espíritu. Otra equivalencia se encuentra en 1,17: El amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías; son el fruto de su misión, lo que se recibe de su plenitud (1,16); al existir <<el amor y la lealtad>> en el hombre, existe el <<espíritu>>. La expresión neutra <<lo que me has entregado>> denota, por tanto, a la comunidad en cuanto es una por ser <<amor leal>>, es decir, <<espíritu>> y poseer así la vida definitiva.
El Padre ha entregado a Jesús el grupo de los que responden a la llamada de la vida, en el presente y en el futuro (6,37-40; 17,6-8.20). Son aquellos para quienes la vida es la luz (1,4) y que se dejan iluminar por ella (1,9); los que escuchan y aprenden del Padre (6,45) y ansían alcanzar la plenitud contenida en el proyecto divino (1,1c; 7,17). Jesús ha de cumplir su anhelo dándoles la vida definitiva.
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