<<Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que sigue conmigo y yo con él, ése produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si uno no sigue conmigo, lo tiran fuera como al sarmiento y se seca; los recogen, los echan al fuego y se queman>>.
Jesús repite su afirmación primera, ahora en relación no con el Padre, sino con los discípulos. Entre él y ellos existe una unión íntima. La misma vida que está en él circula en los suyos.
El que sigue conmigo y yo con él, ése produce mucho fruto. La frase de Jesús recoge la pronunciada en 6,56: Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él. Ésta explica el significado de la unión con la vid; consiste en comer su carne y beber su sangre, es decir, en asimilarse a su vida y muerte, expresión de su amor. El texto alude a la eucaristía, explicada como el compromiso con Jesús que lleva al compromiso con los demás. Esa asimilación a Jesús es la que produce el fruto. Pero, como se ha visto, a la decisión del hombre responde la de Jesús (15,4: que yo me quedaré con vosotros); no se trata, por tanto, de voluntarismo, sino de la capacitación que se recibe con la nueva vida, comunicada en la eucaristía (6,54: Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva), con tal que ésta signifique el compromiso ya citado. En realidad, el que se compromete de ese modo con Jesús queda unido a él y participa de su misma vida; es una comunión permanente con él, como lo indica la imagen de la vid.
El fruto de que se hablaba antes (15,2.4) se llama ahora mucho fruto, como en la imagen del grano de trigo (12,24). Como entonces, supone la ruptura con el sistema injusto, hasta el desprecio de la vida (12,25).
Pasa Jesús a considerar el caso contrario, la falta de respuesta. El porvenir del que sale de la comunidad por falta de amor es <<secarse>>, es decir, la carencia total de vida. Quien renuncia a amar renuncia a vivir. La alegoría termina describiendo la suerte de los sarmientos cortados; son un desecho: los recogen, los echan al fuego y se queman. El final es la destrucción. La muerte en vida acaba en la muerte definitiva, opuesta a la vida definitiva del que se asimila a Jesús (6,54).
SÍNTESIS
En medio de la sociedad comienza a existir la humanidad nueva. Su existencia no depende de una institución, sino de la participación de la vida de Jesús, de la comunicación de su Espíritu. Cada miembro está llamado a producir fruto. Con este término se expresa el compromiso del cristiano. Si Jesús ha dado a los suyos el mandamiento de un amor como el suyo, no por eso los cierra en sí mismos; son una comunidad en expansión. Jesús crea la alternativa al <<mundo>> opresor: la sociedad del amor mutuo, expresión de la vida y ambiente de la libertad. Pero su objetivo es alcanzar la humanidad entera.
El compromiso cristiano no es algo externo y añadido, es el dinamismo de una experiencia que busca comunicarse. La unión con Jesús y el Espíritu que él infunde llevan necesariamente a la actividad. El fruto tiene un doble aspecto inseparable: el crecimiento personal y comunitario, realizado por el don de sí a los demás.
El Padre cuida de los miembros de su pueblo. Su labor en cada uno es la eliminación progresiva de todo factor de muerte para llevarlo a su autenticidad y a su plenitud, liberando así la capacidad de amar que da el Espíritu.
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