<<porque todo lo que le oí a mi Padre os lo he comunicado>>.
La diferencia entre el siervo y el amigo se basa en la ausencia o realidad de la confianza. Jesús define, pues, la amistad por dos rasgos: la confianza plena y la prontitud para dar la vida. Él, que va a morir por ellos, no tiene secretos para ellos. Lo que Jesús les ha comunicado, por haberlo oído del Padre, es su designio sobre el hombre y los medios para realizarlo. Son la persona y la actividad de Jesús las que revelan al Padre (1,18; 14,9.11), pero no proponiendo enunciados sobre el ser de Dios, sino mostrando con su actividad que el Padre es amor sin límite y trabaja en favor del hombre (5,17).
La comunicación entre amigos no es ya la de maestro a discípulo; ha terminado el aprendizaje, pues Jesús se lo ha comunicado todo. En estas perícopas (15,1-6: la vid y los sarmientos; 15,7-17: el amor), los verbos que describen la relación con Jesús son <<quedarse, seguir conmigo, mantenerse en su amor>>, que indican compañía, cercanía, compenetración, situaciones vitales que van mucho más allá de la enseñanza. Se puede aprender sin enseñanza, por sintonía y comunión. El tipo de la relación entre los discípulos y Jesús es la que él tiene con el Padre (10,14s; 14,10-11.20; 15,9s). Como Jesús vive por el Padre (6,57), él es a su vez centro y origen de la vida de los discípulos (vid). En ambos casos hay una comunicación de vida que no produce, sin embargo, subordinación (cf. 5,18; 10,30.33; 17,10), sino compenetración e intimidad (13,20 Lect.).
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