jueves, 25 de mayo de 2023

Jn 15,26

 <<Cuando llegue el valedor que yo voy a mandaros recibiéndolo del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio en mi favor>>.

En la primera parte del discurso prometía Jesús a los discípulos la permanencia en ellos del Espíritu de la verdad (14,17), que los hará penetrar en su mensaje (14,26). En esta perícopa les anuncia la actividad del Espíritu en la misión, dando testimonio en favor de Jesús mismo condenado por el mundo.

El Espíritu, palabra que originalmente significa <<viento>> o <<aliento>>, representa figuradamente <<el aliento de Dios>>; es la expresión de su vida, procedente de lo íntimo de su ser. El sentido de <<viento>> indica, al mismo tiempo, su fuerza (Gn 1,2: <<y el aliento/viento de Dios se cernía sobre las aguas>>). Es el Espíritu creador, que procede de Dios mismo como Padre. Su procedencia es continua, representa un flujo incesante de vida que procede de Dios. Este Espíritu, que es él mismo fuerza y vida y por eso es el Espíritu de la verdad (1,4: y la vida era la luz del hombre), es quien va a dar testimonio de Jesús, el dador de vida.

Dará ese testimonio dentro de la comunidad, asegurándola de la verdad de su mensaje y actuación. Se trata del testimonio profético que sostiene al grupo cristiano, confirmando la experiencia interior de sus miembros y consolidando así su actitud de ruptura con el mundo.

En este pasaje, Jesús no habla de <<su Padre>> (cf. 15,23.24), sino <<del Padre>>, porque la relación con Dios como Padre va a ser propia de todo hombre que responda a su llamada. El Espíritu, la fuerza de vida, es la salvación que trae Jesús, ofrecida a la humanidad entera (3,17; 12,47).

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