jueves, 19 de agosto de 2021

Jn 1,21b

 <<¿Eres tú el Profeta?>>. Respondió: <<No>>.

La respuesta es aún más seca. El título <<el Profeta>> alude a Dt 18,15: <<Un profeta de los tuyos, de tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor tu Dios; a él escucharéis>> (cf. 18,18). Aunque la promesa se refería a la sucesión de profetas después de Moisés, llegó a interpretarse de la figura de un segundo Moisés (un profeta como tú), que aparecería en los últimos tiempos. Esta figura es importante en este evangelio. Mientras Elías no volverá a mencionarse, el profeta será citado otras dos veces en oposición al Mesías (6,14; 7,40 Lect.).

Así como Elías era una figura que miraba al futuro día del Señor, el Profeta continúa la línea el pasado (un profeta como yo). En 6,14 está puesto en relación con la figura de Eliseo (6,14 Lect.); para el pueblo, o para una parte de él, imbuida de la tradición, Jesús, que aparece como un personaje extraordinario, se identifica con <<el profeta>>, el más excelente en la línea profética.

Su identificación con la figura del profeta, de carácter profundamente tradicional, es rechazada por Juan. Precisamente su papel será anunciar la presencia de la novedad, del Mesías-Esposo (1,27.30; 3,29) inaugurador de la alianza nueva, en la que los antiguos intermediarios cederán su puesto al Mesías-Hijo. No hay ya lugar para <<el profeta>>. El profetismo del AT, que transmitía los oráculos de Dios en el contexto de la antigua alianza ha terminado (3,29b.31 Lect.).

En último término, Jn poce en boca del Bautista la triple negación, porque las tres figuras van a ser representadas por Jesús. El Mesías, Elías y el Profeta encarnaban diversos aspectos de la salvación esperada como instrumentos del Espíritu. Elías y el Profeta representan la entera tradición profética a partir de Moisés. Son figuras de límites borrosos y, de hecho, la permanencia de la figura del profeta en el evangelio, mientras la de Elías no vuelve a mencionarse, indica que las dos se confunden. De hecho, ante la señal de los panes, que recordaba la de Eliseo, el discípulo de Elías, la multitud concluye que Jesús es <<el Profeta que había de venir al mundo>> (6,9.14 Lect.). El mismo Jesús aplica a su persona la figura del profeta rechazado en su tierra (4,44). En Jesús como Mesías, título que subsume la función de las otras dos figuras, se concentra toda la expectación del AT. No hay junto a él ningún otro personaje que participe en su misión salvadora ni pueda comunicar el Espíritu. Por eso recurrirá Jn al tema del manto-herencia, propio de la figura de Elías y símbolo del Espíritu que se comunica, para interpretar la herencia del crucificado (19,23-24) Lect.).

Jesús, que asume rasgos de las figuras citadas, cambia, sin embargo, la concepción tradicional. Él no vendrá a restaurar la Ley, como el Elías esperado sino a dar el Espíritu (1,22; 7,37-39; 19,30; 20,22); la declaración de pureza de sangre que tocaba hacer a Elías será realizada por Jesús de otro modo; no la referirá a Abrahán, sino que romperá el mito del linaje; el único linaje que asegura la salvación es el de Dios mismo, su Padre (8,37-42), que será el Padre de los que lo sigan (20,17).

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